miércoles, 17 de septiembre de 2008

Darwin perdonado

La Iglesia de Inglaterra ha pedido perdón a Darwin doscientos años después de su nacimiento y casi ciento cincuenta años después de la redacción de “El Origen de las Especies”, el plazo parece, en principio, largo, pero en estas cosas todo es conforme y según. Teniendo en cuenta que los ministros de esta justicia tenían toda la eternidad para hacerlo tampoco ha sido para tanto. Yo me he acordado, sobre todo, de la vieja Harriet, con la que hoy hubiéramos podido celebrarlo, Harriet contaba ya treinta primaveras cuando en 1859 Darwin adelantó su revolucionaria teoría. En 1860 la encontramos en el jardín botánico de Brisbane en Australia y por allí anduvo de parque en parque hasta su deceso en Junio de 2002, por un ataque al corazón, a los 176 años de edad. La vieja Harriet, a quien durante un siglo se tuvo por el macho Harry (¿alguien pidió perdón?), era una tortuga de las Islas Galápagos que fue traída por el ahora absuelto naturalista en su viaje a bordo del Beagle. Su segundo dueño, el Teniente Wickham la había llevado a Oceanía, tras jubilarse de la Royal Navy. Resulta emocionante pensar que apenas hace dos años aún quedaba un testigo animado de aquel viaje iniciático de la ciencia moderna. O, visto de otra forma, y a la luz de las controversias religiosas que todavía suscita la teoría de la selección natural, podemos pensar que no ha pasado el tiempo y que el mundo camina a paso de tortuga. Por eso es importante este perdón, aun cuando llega tarde e interesadamente, porque, aunque a la manera de Borges pudiéramos considerar al perdón tan ridículo como la venganza, por constituir un fatuo intento de modificar el pasado, lo cierto es que el perdón es un mecanismo para construir el presente, la constatación de un error y el propósito de una enmienda. Mejor tarde que nunca. El proceso de Galileo fue revisado cinco siglos después por la Iglesia Católica, él tuvo que abjurar porque su mundo no era el nuestro pero, después de todo ¿qué son cinco siglos? Cinco o seis personas, tres o cuatro tortugas. En Islandia se ha encontrado una almeja cuya vida se ha cifrado en cinco siglos. Galileo y Darwin nos enseñaron otra forma de mirar la realidad, a través de la experimentación, el perdón nos ayuda a comprender al ser humano e interpretar sus contradicciones. Muy lentamente creo que el mundo mejora, ignoro si soy un ingenuo, pero no quiero ser víctima del generalizado pesimismo científico y moral que nos atenaza, creo, además, que cualquier otra alternativa sólo nos conduciría a ser obtusas y longevas almejas islandesas. Mejor ser Darwin, mejor ser Galileo, mejor pedir perdón

2 comentarios:

Jesús Cotta Lobato dijo...

Buena idea esa de cinco siglos, cuatro o cinco tortugas. Y buen elogio del perdón. Quien no pide perdón es un dios o una bestia.

José María JURADO dijo...

Gracias Jesús, sería como lo de la culpa, en tu blog, pero al revés.

 
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