viernes, 19 de septiembre de 2008

Nulla dies sine linea

Me preguntan amigos y familiares a qué esta novedad de escribir tan seguido. A los amigos y familiares hay que escucharlos antes que a nadie porque casi siempre tienen razón, cuando no se equivocan del todo. Con ellos no hay ni fríos descréditos ni empalagosas adulaciones, tampoco puntos medios, nos ven en lo mejor y en lo peor, desde afuera, y nos conocen más de lo que suponemos y de lo que suponen. Por lo que, acertados o no, podemos tener la confianza de que no nos van a extraviar con sus consejas. Quisieran que escribiera algo de más enjundia, una novela o un libro de relatos, supongo, o que adelantase en la escritura de mis libros de poesía o, en fin y, sobre todo, que descansase. Pero yo me he atado a esta columna desnuda no para flagelarme diariamente sino por seguir el viejo adagio: “ningún día sin escritura”. Antes creía en la inspiración y dejé escapar los mejores años de mi formación literaria con apenas cuatro borrones por falta de trabajo esperando encontrarme una elegía de Rilke al amanecer encima del escritorio, como si la hubiesen dejado los Reyes Magos, sólo para mí, tierna y humeante. Después confié demasiado en el trabajo y dejé escapar los mejores años de la vida en falsos intentos. Ahora sólo creo en la constancia y escribo por entrenamiento a la espera del momento mejor, consciente que de lo de Rilke nada de nada (¡acabáramos!), pero a sabiendas de que alguna epifanía menor si nos puede ser concedida. Hay un proverbio chino (como todos) que dice que “por bueno que sea el pozo, si el agua no se saca cada día, no se renueva y pierde su pureza” o, como dijo el otro, que si no se pedalea la bicicleta se para. El problema es que, al margen de que el manantial sea más o menos impuro, si lo explotamos demasiado podemos estar sacando sólo cieno y, si lo dejamos para muy tarde, tendremos sólo aguas lacustres y ponzoñosas. Hay que explotar el venero en el momento justo, quizá esta era la musa de los griegos y la técnica de los románticos, sucede que este momento mágico nos puede acontecer en mitad de una vorágine de trabajo o en una galerna de compromisos de toda especie y, lamentablemente, podríamos perderlo aunque el concepto sobreviva. Aún así lo mejor es pinchar el absceso lírico y que salga lo que sea, aunque sea una faena de aliño. Afortunadamente la escritura electrónica sale sin ISBN y es tan fácil de publicar como de destruir. No se inquieten mis amigos si alguna columna sale torcida o con manchas de barro o, si de un tiempo a esta parte, empiezo a espaciar las entregas, ajustando las proporciones de la columnata a más sensatas medidas, ha empezado el otoño y con él los horarios de invierno y lo que antes llamábamos trabajo o inspiración ya sólo podremos llamarlo fin de semana, siempre que nos respetan, además de la afición, las bodas, los bautizos, las comuniones y la vida en general.

4 comentarios:

Jesús Cotta Lobato dijo...

Escribir es una vocación y una maldición de la que es difícil escapar. Si a pesar de todo lo que cuentas has seguido escribiendo, es que eres escritor y no puedes escapar. Así que haces muy bien obligándote a escribir. Las musas suelen visitarte durante el trabajo. A veces más que escribir uno lo que hace es pensar en cómo solucionar tal escena o cómo expresar tal concepto. Un abrazo

alelo dijo...

Este se me había pasado. Te has explicado muy requetebien. Me he emocionado.

Fdo: el dueño del pozo.

Anónimo dijo...

Jaja, veo que a tí también te atosigan con lo de "¿estás escribiendo?" ¡Rebélate, hombre!

Por cierto, está muy bien esta columna tuya, no la conocía :D

José María JURADO dijo...

Pero dime, Plasendolm ¿tú sigues escribiendo?

Lean LA CAMARERA DEL CINE DORÉ (Hyperion).

Cuña gratuita de la Columna Toscana.

 
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