jueves, 18 de septiembre de 2008

Una voz


Para mi hermana Ángela que vio conmigo la película (y sonreía).


¿De dónde nace esta voz de cristal? No es el oscuro
martinete de la muerte, ni el son brumoso y triste
de los puertos de ultramar, no está cegada por el
humo sofocante del tabaco, ni la acompaña el
contrabajo sucio de los últimos barrios. Tampoco
viene de las altas esferas, cabalgando en violines
o exactos pentagramas, ni es una vieja tonada
popular escrita en la sangre de algún pueblo
oprimido. Esta voz lleva la transparencia del agua,
el perfume limpio de la pura alegría, sólo puede ser
joven, sólo puede ser bella, las cuerdas que afinan
la música que canta son el arpa de la musa más
tierna, tan bella e inocente, tan luminosa y virgen,
como el rayo primero o la prístina flor. Es un
manantial que no se agota nunca y que nunca
nos sacia, clavada al corazón. Es música de ángeles,
es música de Ángelas, y no se quién la canta,
pero quedó temblando como un fino cuchillo que
invitara a cortar las amarras del mundo que cada
día nos hiere y emprender el viaje a una isla
perdida en mitad del Egeo donde no haya la muerte.
Mamma Mia.

2 comentarios:

Anónimo dijo...

Es tan bello y poético que debería estar en EL LECTOR DE ALMANAQUES.Eres poeta incluso cuando no lo pretendes.Saludos

Anónimo dijo...

No dejes de escribir en la columna toscana porque venga el otoño. Son tan bellos tus textos. Fluyen tus palabras suavemente y es como tenerte a mi lado.

 
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