Desde que Unamuno lanzase al aire su invectivo "que inventen ellos", la intelligentsia española de todos los regímenes ha tenido a mano una excusa perfecta para desatender y desentenderse de la ciencia y la técnica. Salvo las excepciones por ¿todos? conocidas nuestras aportaciones en estas disciplinas son mínimas y limitadas. Es una de las razones por las que las crisis económicas internacionales siempre tendrán mayor impacto en nuestro querido país. Sólo quien dispone de recursos energéticos y agrícolas (no es el caso) o de una tecnología propia (no es el caso) puede permitirse la autonomía. De ahí nuestro descompensada balanza comercial.
Claro, que don Miguel lo decía porque le dolía España y creía en el espíritu de la raza, el Sepulcro de Don Quijote, los místicos españoles y todos esos asuntos de verdadera importancia y que, visto el siglo desgraciado que llevamos, sólo nos han servido para ser derrotados por los USA en todos los mares, ganar un par de campeonatos de fútbol europeo y entronizar al Real Madrid. Poco más.
Lo peor es que esta clase de ignorancia que nace de la división de Ciencias y Letras se exhibe alegremente por los agentes de uno y otro bando. No es extraño ver a sesudos hombres de letras despreciar la tecnología de la que más pronto que tarde hacen uso, no es infrecuente la alergia a las bellas artes de algunos científicos o ingenieros. Aquellas personas interesadas, en profundidad, por el Trivium y el Quadrivium no dejan de ser heterodoxos.
Pero (sin necesidad de apelar a Menéndez Pelayo) la historia de nuestra cultura, la hispánica, es la historia de los heterodoxos, de los solitarios, de las tristes figuras que cabalgan sin oír las carcajadas ibéricas y sardónicas.
Como todas las tragedias bárbaras esta escisión profunda tiene sus efectos colaterales como son la Música, la Filosofía o la Enseñanza de Idiomas, trincheras en tierra de nadie, donde nuestro retraso se mide por edades geológicas.
Por otro lado forma parte de los deportes patrios el admirarnos de las andanzas de nuestros heterodoxos por estos mundos de Dios, ¿sabían ustedes, por ejemplo, que la melodía que más veces suena en el mundo diariamente y la que más ha sonado jamás la compuso un español de Villareal?
Hablo de Francisco Tárrega (1852-1909), el valedor de la guitarra española, precursor de Andrés Segovia o Narciso Yepes, autor de composiciones inolvidables como “Los Recuerdos de la Alhambra” o la “Danza Mora” que necesariamente pulsan las cuerdas de nuestros corazones.
La compañía Nokia, líder mundial en la venta y distribución de esa revolución tecnológica que ha sido y es la telefonía móvil, eligió como tono predefinido en sus teléfonos un fragmento de su “Gran Vals”, que necesariamente todos sabemos tararear, pues es como el himno oficial de esta telepatía radiante. El Nokia Tune.
Lo que no hubiera podido ganar este hombre con la ayuda de la SGAE.
¿Sorprendente?
No, lejos de admirarnos la expansión universal del politono nacional, que nos debería parecer natural, lo que debería hacernos reflexionar es que nuestros teléfonos se piensen y diseñen en Filandia.
Esto es lo raro, que hayan inventado ellos, los habitantes de las taigas cenagosas y los bosques oscuros y brumosos.
No tenemos excusa.
jueves, 23 de octubre de 2008
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1 comentario:
El autor de esta bitácora es un heterodoxo, poeta científico. Deberías escribir un libro titulado La belleza de la máquina o El lirismo de las supernovas, para confundir más a los que hacen esa división entre ciencia y letras. Un abrazo
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