domingo, 5 de abril de 2009

Domingo de Ramos

El día de la Ascensión Venecia revivía sus esponsales con el mar, desde la proa del bucentauro el Dogo arrojaba al Adriático dos anillos de oro consagrados: “Desponsamus te, mare. In signum veri perpetuique domini.”

En algún lugar de la obra de Ovidio se relata la fiesta de la Palilia: cada veintiuno de abril los niños de Roma subían al monte Palatino para conmemorar la fundación de la ciudad, llevaban corderos sobre los que caía una lluvia de pétalos de rosas que luego eran sacrificados a los dioses eternos.

Durante las fiestas de las Panateneas las canéforas subían a la Acrópolis para vestir a la diosa Atenea con el peplo sagrado tejido por las mujeres de la ciudad a lo largo del año, los ancianos subían con ramas de olivo, los jóvenes guerreros iban detrás con sus armaduras. La procesión está esculpida con detalle en los frisos del Partenón.


Cada Domingo de Ramos Sevilla renueva sus votos con el tiempo y la Fe, la ciudad se viste de palmeras, Cristo entra en Jerusalén por la puerta de ladrillo rojo de la Iglesia del Salvador. Una marea de blancos nazarenos niños recibe a Jesús en su borriquita. Las campanas de la Giralda, las cornetas y los tambores gritan al cielo el hossana jubiloso de una nueva primavera. Por la noche la misma puerta de ladrillo, roja de sangre, acogerá el cuerpo alzado del Amor crucificado, alanceado por las saetas que vienen del dolor subterráneo del mundo, la infinita ternura de una madera transida de verdad acompañada por nazarenos negros, ancianos, moribundos. Las palmas serán la débil luz de un cirio a punto de apagarse. Y en una sola jornada discurrirá lo que va de la vida a la muerte. Y cómo esa vida y esa muerte sólo adquieren sentido por el Amor.

Y Sevilla habrá sido otra Atenas y otra Roma y otra Venecia bajo las nubes de incienso y de azahar que velan los ojos con los que el hombre se asoma al abismo trágico de su existencia. Pero detrás de las nubes está la mirada intensa de Dios .

1 comentario:

Juan Antonio González Romano dijo...

Feliz Domingo de Ramos, Jose María. Nos vemos en las calles de Sevilla, laus Deo.

 
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