jueves, 9 de abril de 2009

Madrugada del Viernes Santo

Nada hay bajo el cielo ni en la tierra, sólo madera que cruje.

Madera renegrida por el humo, madera astillada por el óxido, madera leprosa y consumida, carbones y cenizas del dolor.

Una túnica morada ciñe a la ciudad y la luna redonda se rompe en mil cuchillos de hielo, témpanos del vacío, saetas de la nada.

¿Dónde está el sol?

Una corona encendida, una corola de pétalos blancos se anuncia por el horizonte exangüe, y un resplandor de luces verdes y esmeraldas dormidas.

La Esperanza, la Resurrección.

1 comentario:

Juan Antonio González Romano dijo...

A quien afirma que en Sevilla sólo conmemoramos la muerte, yo le digo que vea los pasos de nuestras vírgenes, los rostros y los nombres de nuestras Esperanzas.
Ya están a punto de salir. Nos vemos en la calle Feria.
Y, después, en Castelar, por donde caminará el Señor de Sevilla.

 
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