He visto el color azulmorado de las túnicas del Baratillo en la muleta egipciana de Rafael de Paula o en el envés del capote republicano de Joselito, he visto el color morado en el terno nazareno y azabache de muchos toreros viejos con el alma rota por mil costurones y en el traje nazareno y oro de toreros angelicales que dieron la vida en el ruedo dorado de la juventud.
Pero sobre todo lo he visto en el monte de lirios que acompaña a los Cristos muertos de Sevilla.
“Cristo moreno pasa, de Lirio de Judea a clavel de España”, dejó dicho Lorca en su Poema de la Saeta
Los nazarenos del Baratillo son lirios que visten la tarde del miércoles con la tragedia milenaria de la fiesta de los toros.
Mirad a la virgen de la Piedad del Baratillo, la hermandad que forma en el albero de la Maestranza, ¿no lleva roto en su regazo el cuerpo partido de un torero? ¿No es la madre terrible que aúlla en el Guernica?
Sí y no: es una madre con la desolación absoluta de quien ha recogido en el regazo que dio vida a su hijo muerto, pero es la madre que conoce la imponente razón de esa muerte y traslada al cuerpo inerte la suprema piedad de un amor cósmico.
Esta es la virgen a la que rezan los toreros antes de colgar en los cuernos de la muerte las guirnaldas moradas, los capotes de abril, el mes más cruel.
Y sigo con Eliot para invocar el cuarto movimiento de las Dry Salvages, el tercero de sus Cuatro Cuartetos, que un día parafaseé muy atrevidamente así, cambiando el oficio de marear, por el arte de torear.
Señora, cuyo altar se esconde en la capilla de la Plaza,
Reza por las gentes del toro, aquéllos
Cuyos negocios tienen que ver con el toro, y
Aquéllos involucrados en tratos legales
Y aquéllos que llevan la brega.
Repite una oración también por
Las mujeres que vieron a sus hijos u hombres
Partir y no volver.
Hija de tu Hijo, Reina de los Cielos.
Y reza también por aquéllos que torearon
Y acabaron su trasteo en los brazos del albero.
O en los negros chiqueros que no los devolverán
O en cualquier plaza donde no se escuche
El ángelus perpetuo de la campana
De la espadaña del cielo.
Como el arenal de Sevilla fue un barrio de marineros, valga también el original inglés, desde los galeones de madera, desde las barcazas y los pontones del Guadalquivir asomaba el promontorio del Malbaratillo.
La Piedad infinita que no distingue oficios.
Lady, whose shrine stands on the promontory,
Pray for all those who are in ships, those
Whose business has to do with fish, and
Those concerned with every lawful traffic
And those who conduct them.
Repeat a prayer also on behalf of
Women who have seen their sons or husbands
Setting forth, and not returning:
Figlia del tuo figlio,Queen of Heaven.
Also pray for those who were in ships, and
Ended their voyage on the sand, in the sea's lips
Or in the dark throat which will not reject them
Or wherever cannot reach them the sound of the sea bell's
Perpetual angelus.
THE DRY SALVAGES
(No. 3 of 'Four Quartets')-IV
miércoles, 8 de abril de 2009
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3 comentarios:
Preciosa paráfrasis la del poema, José María. Uno de los tópicos que siguen repitiéndose es aquel que consagra a San Bernardo como cofradía taurina por excelencia; se añade, además, que los nativos del barrio vuelven cada miércoles santo... Sin embargo, los que nutren ahora sa cofradía son los nuevos vecinos de la zona de la Buhaira. La más taurina es, sin duda, el Baratillo, y tú has sabido plasmarlo, de nuevo, con maestría.
Por cierto, ayer creí verte, a la medianoche, por la Plaza Nueva.
Un abrazo.
Gran homenaje a una cofradía imponente. Con Ortega Bru como último imaginero barroco, en su vida y en su obra.
La Piedad es tal vez la escena más dura de toda la Semana Santa. Más aún que un cruficicado.
Y resulta impresionante que de ese dolor pueda surgir la belleza. Nada que nos pueda extrañar, salvando las distancias, a los aficionados a los toros.
Juan Antonio, gracias por tus comentarios y por las semblanzas de tu blog que nos trasldan a la impresionante realidad de nuestra Semana Santa.
Leedlas, por favor:
http://ahdelavida.blogspot.com/
Pasé por la Plaza Nueva un breve instante, cuando el parón de los Panaderos, iba con mi hija y con Rocío.
En un rato me echo a las calles, a ver si nos podemos ver.
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