De noche. Miro la grúa pintada de rojo armada en el centro de la calle, el escorzo del hierro sobre las azoteas, el lastre que invade la calzada. La luna, blanca y redonda como una hostia consagrada, cruza los tejados de la ciudad, ilumina un instante la cruz que forman el mástil y la pluma. La celosía púrpura de la torre reluce sobre el cielo astillado por las antenas. Durante el breve intervalo se percibe un zumbido, como si los gruesos remaches y los tirantes de acero pugnaran por soltarse. La visión es tan inmediata y real que no puedo descifrarla.
Y sigo caminando sobre sangre.
jueves, 18 de febrero de 2010
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1 comentario:
Genial, "jenial" y "jenial".
Un abrazo.
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