(Con Olivier Messiaen)
Han vaciado los relojes de arena. Los cronómetros no tienen manecillas. Una luna ciega como un ojo sin pupila corona la torre de los campanarios. El pájaro no vuela. Permanece en la rama. Tenso, flexionado, igual que una nota equilibrista en el arco sostenido del violín. Nada fluye. Hasta la luz se puede acariciar. Y las palabras abstractas cristalizan en la boca, se rompen en el suelo sin significado. Algo ha sucedido. Canta, pájaro, canta, a ti sí te entendemos. Completa los abismos del silencio, los espacios vacíos donde el miedo perdura, con la música nueva del Día Octavo.
Ya no existe el tiempo.
miércoles, 3 de marzo de 2010
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