Primero se rasgó el velo del Templo, después crujieron los ejes de la tierra: ahora los negros deambulan ateridos por las calles de barro y los escombros. En las manos llevan alfileres fríos, máscaras africanas, muñequitos de trapo, bongos de candombé. De la incólume viga de un galpón desplomado han colgado un gallo de pelea para aplacar la cólera del suelo. Sajan su cuello y recogen la sangre en odres repugnantes. Se la beben. Luego agitan crótalos, hacen sonar caracoles de nácar-¡yambambó, yambambé!- y los muertos vivientes se adentran en el mar.
Verdaderamente son éstos los hijos de Dios.
viernes, 5 de marzo de 2010
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3 comentarios:
Ufff que bueno.
Un abrazo.
Sí, estos son los muertos que resucitaron tras la muerte de Cristo. Hasta ahora no sabía quiénes eran.
Gracias, Jesús.
Gracias, un año después, Ramón.
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