domingo, 9 de mayo de 2010

Pinocho

(Actualización de EL LECTOR DE ALMANAQUES)

Para Carlos Martínez Aguirre.

Durante nuestra estancia en el hospital le leía a mi hija el cuento de Pinocho que con tanto cariño le habían regalado. Todos recordamos la historia de la marioneta mentirosa que tan magistral y edulcoradamente adaptó Walt Disney. Sin embargo la versión que repasábamos guardaba muchos elementos del libro original de Carlo Collodi.

Según avanzábamos en la lectura se apoderó de mí una sensación de extrañamiento intelectual y psíquico: la desazón que siempre me ha provocado el mundo de las marionetas, el teatro de títeres, la simplificación y reducción al absurdo de la condición humana que postulan.

En un respiro en mitad de aquellos días aciagos me hice con una traducción del texto original, que esta primavera ha editado Mondadori en su galería de clásicos (por cierto, sin el anunciado prólogo Umberto Eco). La lectura es, cuanto menos, sorprendente, el salvajismo moral de Pinocho, cercano al de un superhombre nietzscheano, nos asustan, así como el tono general de la obra:

Pinocho saltó colérico y, tras coger del banco un martillo de madera lo arrojó contre el Grillo Parlante […] apenas tuvo aliento de hacer cri, cri, cri y luego se quedó allí muerto y pegado a la pared. [Capítulo IV]

Tras el asesinato del grillo éste se le aparece como un espectro vengativo en la noche oscura:

Buenas noches, Pinocho, y que el cielo te salve del relente y de los asesinos [Capítulo XIII]

Noche que termina con el ahorcamiento de Pinocho:

-¡Colguémoslo!-repitió el otro. Dicho y hecho, le ataron las manos a la espalda y, tras pasarle un nudo corredizo a la garganta, lo aferraron colgando a la rama […] –Adiós, hasta mañana. Cuando regresemos, auguramos que tendrás el detalle de encontrarte bien muerto y con la boca bien abierta. [Capítulo XV]


Pero, ¿qué estamos leyendo? ¿La Naranja Mecánica? Ahora se comprende mejor el interés de Stanley Kubrick por esta obra y que Spielberg malogró en la película A.I. (Inteligencia Artificial)

Carlo Collodi empezó a publicar su Storia di un burattino por entregas en 1881, el cuento acababa con la muerte de Pinocho, pero como pasa con las grandes obras el personaje cobró vida y hubo de resucitarlo después de su ahorcamiento, a petición de los infantiles suscriptores del Giornale per bambini para lo que se valió de la misteriosa Hada Turquesa. En fin, esto nos podría llevar a intermenables disquisiciones sobre la actual infantilización de la infancia:

La Niña, sin mover los labios ni un ápice, dijo con una voz que parecía salida de otro mundo:
-En esta casa no hay nadie. Están todos muertos.
-¡Pues ábreme tú!-gritó Pinocho llorando e implorando
-Yo también estoy muerta
-¿Muerta? Y entonces ¿qué haces asomada a la ventana?
-Espero que el ataúd me venga a llevar consigo. [Capítulo XVI]



En ocasiones el texto prefigura a Kafka:

-Este pobre diablo ha sido víctima del robo de cuatro monedas de oro, así que apresadlo y metedlo inmediatamente en la cárcel. [Capítulo XIX]

Dicen que Collodi era masón y que pretendía construir una fábula moral para condenar la holgazanería y proponer la virtud como un camino iluminado para alumbrar un hombre nuevo.

[Ante esto uno nunca sabe que pensar: se empieza por hacer masónica a la Flauta Mágica de Mozart y se acaba por la flauta travesera, en fin, ellos dirán, doctores tiene la logia. En cualquier caso no deja de ser inquietante el insistente mandil que Walt Disney, ese illuminati, le puso a Gepetto.]

A cambio nos dejó una anticipada (pero controlada) manifestación del surrealismo y el teatro del absurdo, porque Pinocho es un triunfo de la literatura, aunque creo que como fábula moral fracasa. O no, según se mire, esta feliz anarquía de una marioneta sin ataduras que cobra vida propia no deja de ser una propuesta vigente para un mundo atrirantado por los convencionalismos relativistas. A Luigi Pirandello la figura de Pinocho le inspiró, en parte, Seis personajes en busca de autor, ignoro si Unamuno, que trató tan bien el mismo tema en su Niebla conocía la obra de Collodi, aunque alguna vez se le reveló alguna volandera pajarita de papel.

Cortemos, pues, los hilos que nos traban, quitémonos la máscara de grises polichinelas, bajemos de las tablas y por los campos toscanos huyamos, felices e insensatos, hacia el país de Jauja. Que podemos equivocarnos cuantas veces queramos porque Gepetto siempre nos perdona y el Hada Turquesa de la Poesía nos va a salvar la vida siempre.


Releo el principio del artículo y la mención al hospital, ¡vaya!, mi mujer tiene contracciones, así que nos vamos otra vez para allá y dejo esto sin corregir, pienso que nosotros (ella) si que vamos a dar a luz.

(El homenaje a Pinocho y a Collodi en EL LECTOR DE ALMANAQUES)

7 comentarios:

Máximo Silencio dijo...

No se con cual pinocho quedarme... ¿Con el mentiroso que al fin es perdonado o con aquel que muere por su salvajismo?

Un Saludo

José Miguel Ridao dijo...

Pues espero que en el momento en que apruebes este comentario se haya producido un feliz alumbramiento. Mucha suerte.

José María JURADO dijo...

Antonio, aquí reivindico el Pinocho salvaje, el otro es muy convencional.

Ridao, ¡falsa alarma! Nos dan de plazo 3 días.

José María JURADO dijo...

Y muchas gracias.

José Miguel Ridao dijo...

Pues entonces tendremos motivo de brindis en la tertulia. ¡Qué puntería!

Anónimo dijo...

Muchas gracias por la columna y el poema.

No deberías hacer estas cosas, me abrumas.

Un abrazo fuerte.

marevalo dijo...

No será que ahora a los niños les ponemos cordeles de mazapán en los brazos y piernas cuando antes tenían claro que el mundo real es, sobre todo, real. No extraña entonces el tremendo golpe que muchos niños de treinta años se encuentran cuando llegan al mundo real sin esa información. ¡Ánimo y suerte!

 
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