lunes, 23 de agosto de 2010

Chateubriand

ACTUALIZACIÓN DE EL LECTOR DE ALMANAQUES

Posiblemente el hecho histórico que más admiración me causa es la Revolución Francesa que es, con toda seguridad y al mismo tiempo, el hecho histórico que más detesto.

Yo no creo que haya una contradicción en esto, sino toda una filosofía.

El fiel de la balanza la equilibran los dialécticos impulsos de acción-reacción. En mi caso se fundan en un profundo individualismo y un rechazo absoluto a toda aristocracia que no proceda del espíritu, pero por otra parte mi fe absoluta en la trascendencia cristiana me impide emitir un juicio favorable a la Revolución, como resulta lógico.

Y eso por no hablar del Terror...

Por decirlo frívolamente, estuvo entretenida la cosa.

Tengo claro que el mejor fruto de la Revolución fue el Código Civil de Napoleón y Napoleón en general.

Pero, también y sobre todo, la prosa de François-René de Chateaubriand. Sin los sucesos que condujeron a la toma de la Bastilla no hubiéramos conocido ese prodigio de belleza y espiritualidad que son "El Genio del Cristianismo" o "Las Memorias de Ultratumba".

Si tuviera que recomendar una obra del Vizconde no vacilaría en recomendar "Las Memorias...", pero en la versión extractada de Alianza.

El Acantilado publicó una magna edición completa, que faltaba en español, y que ha sido un éxtito de ventas, a la que se ha sumado la reciente de Cátedra. Pero yo creo que la edición completa es sólo para los muy partidarios, entre los que me encuentro, sin duda.

La prosa de Chateaubriand tiene la resonancia de una catedral, un aliento homérico y un tono profético: el pensamiento romántico y la contemporaneidad se baten en un duelo al borde de la tumba y de la eternidad.

Ser Chateubriand o nada, se dijo Víctor Hugo. Ya es un lugar común decir que la gran prosa de Proust no se podría concebir sin el aliento lírico del Vizconde que tampoco dejó indiferente a Baudelaire, mensajero de la modernidad.

Y es que Chateubriand, que participaba de la ampulosa estética romántica, fue sublime sin interrupción.

El lector que no tenga reparos en asistir al espectáculo de un ego poderoso y grandilocuente, aquel a quien no arredren los abismos, las ruinas, los silencios solemnnes y las majestuosas tempestades, disfrutará de la Literatura en estado puro con "Las Memorias...".

Sin embargo, la impresión que me causó hace doce años la lectura del "Genio del Cristianismo" es de las que imprimen carácter, como los sacramentos.

Y por eso (y remedando pobremente el elocuente estilo del Vizconde) vaya desde aqui mi homenaje a CHATEUBRIAND en EL LECTOR DE ALMANAQUES en recuerdo a la publicación de esta obra, milagro de belleza.

Para mis muy queridísmos lectores a los que el Vizconde pudiera generar un poquito de urticaria, entre otras cosas por su papel como verdugo del trienio liberal con el tristemente célebre episodio de los Cien Mil Hijos de San Luis, les recomiendo hoy este magnífico artículo de José María de Areilza en EL PAÍS.

¿Lo del 14 de Abril? Carambolas del calendario.

2 comentarios:

Unknown dijo...

Hermoso homenaje, José María.

Un abrazo

Unknown dijo...

Y mangnífico artículo de tu tocayo.


Otro abrazo

 
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