viernes, 21 de enero de 2011

Salvados por el cobre

Cuando Ariel Ticona, el penúltimo de los treinta y tres mineros en ser izado del abismo de la Mina San José, alzó ante las cámaras del planeta el rudimentario teléfono con el que se estableció la primera comunicación directa con ellos, se cerraba un círculo o, mejor, se abría un circuito virtuoso. El “gallófono”, llamado así por Pedro Gallo, el modesto técnico de comunicaciones que lo ensambló a partir de las piezas de un interfono quemado para adaptarlo al estrecho conducto de la primera sonda, había sido el gran heraldo de su esperanza. Por él supieron, tras diecisiete angustiosos días, que Chile no los iba a abandonar, que sus compañeros de las galerías superiores no habían sufrido daños, que sus familias los aguardaban día y noche junto al yacimiento. Antes, una cámara conectada a un cable de fibra óptica había dado unas primeras imágenes borrosas, pero sin sonido: el audio había fallado. La voz humana no llegó sino a través del mismo cobre que ellos extraen del centro de la tierra y del que Chile es el primer productor del mundo. Ahora que por fin se están construyendo redes de fibra óptica hasta los domicilios no hay que desdeñar la importancia del cobre que ha estirado su capacidad de transmisión desde los desiertos de Atacama hasta los límites inimaginables de los 10Gbps y que conforma el sistema capilar de nuestras redes. El rescate de la Mina San José ha sido un triunfo de la ingeniería al servicio de los más altos principios de la condición humana. Un ejemplo de excelencia al que no podemos permanecer ajenos puesto que nuestra disciplina suma la distancia a la comunicación y por eso es la más humana de las ingenierías. El improvisado artilugio demuestra que las mejores soluciones no son siempre las que imponen los tecnólogos, sino las que se adaptan a las imprevisibles e inmediatas necesidades del hombre, como ese hilo rojo de humilde cobre de Chile que descendió a las entrañas de la tierra en donde nace para llevar la luz que, por esta vez, una fibra óptica no había podido dar.

[Publicado en la Revista, Telecos Andaluces, Enero de 2011.]


3 comentarios:

Fernando Moral dijo...

Vaya. Todo un teleco honoris causa el tal Gallo. Y un relato muy interesante.

Un abrazo por fibra óptica.

Alejandro Muñoz dijo...

No lo dudes, José María. Si la mina San José hubiese estado en La Rinconada, todavía los tendríamos bajo tierra, esperando a que el equipo de asesores (50% asesores y 50% asesoras) decidiesen la estrategia a seguir y negociando con las autonomías el coste del traslado y préstamo de la maquinaria necesaria para iniciar el rescate.

José María JURADO dijo...

Alejandro, así sería y los sacaría, al final, la UE.
Fernando, un abrazo por Cu.

Gracias por vuestros comentarios.

 
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