domingo, 27 de marzo de 2011

El violinista en el tejado

Cuando fuimos a NY vimos en Brodway la enésima producción de "El violinista en el tejado" que, antes de la inmortal película de Topol, fue un musical basado en la novela "Las hijas de Teyve", de Sholom Aleicheim, quien escribía en yidish como Isaac Bashevis Singer, premio Nobel de Literatura, y a quien tengo más leído. Ambos coinciden en la representación del carácter judío de los países alemanes y eslavos, de las contradicciones a las que se enfrentaron después de los duros progromos rusos y la Primera Guerra Mundial, cuando transportaron sus costumbres a los Estados Unidos. Musical y película reflejan perfectamente los escenarios de las fantasmagóricas aldeas ucranianas, como la que aparece en la novelita "La destrucción de Kreshev" de Singer que les recomiendo vivamente (Ed. Acantilado, ¿quién si no?). Como buen borgiano el mundo de los judíos askenazíes, (cuánta trágica ironía en la palabra) siempre me ha interesado, pero esta película y musical es más, mucho más, por la parte humana. ¡Cómo admira uno el estoicismo bíblico de Teyve que se enfrenta a un mundo que, como el nuestro o como siempre, se despeña por los desfiladeros del cambio y la modernidad! El caso es que yo quería homenajear a Topol, pero al final me ha salido, ¡cómo no! un galimatías borgiano, pero en fin ya se sabe que Baudelaire dejo dicho que había que ser borgiano sin interrupción, más o menos.


22 de septiembre.
Se estrena en Brodway el “Violinista en el Tejado”.

Esta tonada ya sonaba en las pirámides, has escuchado su duelo sobre el Arco de Tito cuando un violinista asciende al candelabro de Roma y ejecuta la danza ante las siete colinas. Antes se había oído en Babilonia, igual que suena ahora, a los pies de los soberbios zigurats de Manhattan: Abrahán de la nieve y de la estepa, donde el trigo se pudre congelado en el fango y el sol es una zarza que arde en el oriente, sobre las tablas errantes de un teatro de Brodway arrastras el destino de tu estirpe elegida, la que sube al tejado de un Chagall para explorar el fondo de los cielos con los ojos de Einstein. Hay un silbido trágico de trenes y ladridos que atraviesa la Historia, hay un violinista electrocutado contra las alambradas. Esta tonada es antigua, sonó en la tarde del Gólgota y acaso no sea distinta del bramido de las últimas trompetas.


¡¡¡Tradición!!!








No hay comentarios:

 
/* Use this with templates/template-twocol.html */