Esta ciudad está completa,
alza su blanca proa contra los acantilados
donde muere la rosa de los vientos
y cristaliza el sol sobre las tumbas.
Caminante que pasas no
te inquiete
la claridad pagana de
la tarde,
los que aquí te
contemplan no son dioses,
solo pobres diablos que
entregaron sus huesos
a la arena desnuda de la playa
bajo un cielo colmado
de palomas.
Cambiante sucesión de infinitudes,
arde el mar a lo lejos
tan violento y azul como la vida,
sereno y permanente como la muerte.
1 comentario:
Voy a releerme Cementerio marino, recuerdo que no me gustó nada ni la joven parca, pero habiendo leído tu poema le voy a darle una segunda oportunidad, un saludo
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