(Birds of America)
Un continente disecado:
bajo empolvadas pelucas y casacas bordadas el edecán agita la vara de mando,
hace volar al halcón peregrino alrededor de la palestra como en un minué. Las
ocas hinchadas y las perdices en escabeche desfilan hacia los banquetes de Brueghel.
Sobre el estanque dorado de la ilustración contempla el ánade real su cabeza
decapitada en los grabados de la Enciclopedia, moteados de sangre. Acaso alguna
vez un ruiseñor autómata canta una canción china junto al columpio rococó.
En el campanario en ruinas una cigüeña seca señala los vientos imperiales de la
revolución. Europa es un pájaro muerto.
Hojas de hierba: ha subido el pavo a la cúspide del tótem. Sombrero
de castor, último mohicano, Audubon
se adentra con el rifle, con la pluma, el alambre y la acuarela en el sagrado bosque
democrático para pintar los pájaros de América, el amor de las águilas. Por el color se avivan estas aves, crecen alrededor,
en esplendor dinámico, insectos, florecillas, minúsculos paisajes holandeses,
igual que una vidriera o un bestiario para la catedral natural de los Estados Unidos,
ahora que el águila calva sobrevuela el mundo y agita las culebras rabiosas de
Laocoonte.
(Cuello de saxofón y
pico de piano, barra roja de América fundida, el flamenco ha encendido un dintel
de neón y boogie-woogie para la extraña
noche ornitológica.)
No hay comentarios:
Publicar un comentario