domingo, 3 de junio de 2012

Envés

Me desperté sobresaltado porque alguien estaba haciendo un ruido extraño al otro lado de la puerta de entrada a mi casa. En silencio, a través de la mirilla, apenas pude distinguir a tres personas que, con el rostro cubierto, maniobraban como atornillando algo, pero sin hacer ningún intento de abrirla. En ese momento caí en la cuenta de que habían arrancado el cerrojo y de que había desparecido el picaporte, como si le hubieran dado la vuelta a la cerradura, por lo que no podía abrirla desde adentro sin la llave, aunque  nunca me hubiera atrevido. Regresé por el pasillo hasta mi cuarto, alguien había derribado la pared medianera y ahora se comunicaba con la casa de al lado. No había nadie. La puerta del vestíbulo también estaba manipulada y derribados los muros que la conectaban, a su vez, con la otra casa vecina, donde la situación se repetía. Tras varias horas de vagar sin rumbo por un laberinto de habitaciones abandonadas comprendo que me he quedado afuera.

6 comentarios:

Olga Bernad dijo...

Me recuerda a Casa tomada de Cortázar.
Me gusta mucho.

Olga Bernad dijo...
Este comentario ha sido eliminado por el autor.
José María JURADO dijo...

Muchas gracias, Olga, y qué haremos ahora, con la casa tomada.

Olga Bernad dijo...

Ah, haberlo pensado antes de escribir estas cosas;)
Sin embargo, qué cierto: intentar atrincherarse adentro es quedarse afuera.
Esta es ya la segunda lectura. La tercera me la guardaré (adentro).

L.N.J. dijo...

Un relato excelente,

saludos.

José María JURADO dijo...

Mil gracias, Lourdes.

 
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