martes, 5 de junio de 2012

La vuelta de tuerca

Los niños hojean grabados en la biblioteca: un rinoceronte abatido a los pies de un cazador británico, la máscara de un rey zulú. Pastelitos de carne, galletas de jengibre: a la hora del té, sobre la cristalera blanca de la sala, como un ojo ciego velado por la niebla, pasa la sombra errante del Cutty Sark. Los perros ladran en el páramo. El ama de llaves enciende las lámparas de petróleo y los niños cantan canciones infantiles y recitan a Shakespere ante la linterna mágica del ventanal. Al fondo de la estancia la bella institutriz se mesa los cabellos mientras, una tras otra, se asoman al vitral las lúgubres siluetas victorianas.

No es bueno que los niños vean tanto la televisión.



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