A mí modo de ver, nada original por otra parte, hay cuatro vías para alcanzar el conocimiento, complementarias y no incompatibles entre sí: la filosófica o científica; la sensorial, que no es exactamente la empírica sino la vida instintiva y social sin más; la espiritual o mística, que por ser interior es invisible, y la senda del arte que es la de la belleza y la imaginación.
Estos caminos, que algunos simplifican en dos: la gracia (el espíritu, el arte) y la naturaleza (la vida, la ciencia) comparten, me parece, un mismo impulso que se suele manifestar en un ansia o curiosidad insaciable, pero que ordena una categoría superior, indefinible sin acudir a la poesía, como es el amor que "mueve el cielo y las estrellas" .
Asediada por distintos campos de fuerza nuestra vida es atraída, por no decir mareada, por esta rosa de los vientos interior.
Esta inquietante zozobra nos conduce por un mundo, a menudo amenazante e incomprensible, donde el centro magnético fluctúa sin concierto a cada paso que damos en la vida.
Pero nadie mueve de su sitio a la Estrella Polar.
Que es otra forma de decir aquello de Rubén Darío "y hacia Belén la caravana pasa".
La hiedra en mi balcón, diciembre 2017 |
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