martes, 6 de marzo de 2018

Post Mortem

Ningún contemporáneo pudo ignorar la genialidad de Van Gogh que era evidente y de ahí el éxito inmediato tras su muerte.
Tampoco se ignoraba la genialidad de Emily Dickinson, la de Rimbaud, Schubert o Bécquer o la de los cientos de autores que han triunfado después de la vida.

Estoy convencido de que, más allá de los avatares arqueológicos, ninguna obra grande se pierde, porque de ella misma nacen las raíces de la vida en la memoria humana.
Sucede que, puestos  a comprar un cuadro o publicar un libro, es más rentable, en general, hacer el favor -porque con esta displicencia es tratado siempre el artista verdadero- a un amigo o al amigo de un amigo de quien sacar provecho, social o económico.
Esto es, ay, irreprochablemente humano y quien esté libre de pecado etcétera.
Pero la muerte abre una distancia entre la obra y la persona.
Los conocidos de Beethoven lo huían, era imprevisible y huraño, cambiaba a menudo de domicilio y servicio. Estaba solo, aunque a su funeral acudieran luego diez mil vieneses.
Cuando Mahler fue a visitar a Brahms le soprendió, al marcharse, que aquel titán de la música se quedara solo, haciendo la cena.
Yo creo que esta regla de general vale para casi todos los autores inmortales, con pocas y goethianas excepciones.
La carne mortal, el carácter, la moral, la ideología, todo lo que pertenece al individuo es un estorbo, para los demás y para el artista mismo.
El arte necesita de la muerte, para liberarse y ascender como un producto del espíritu humano, universal y compartido.
El fardo del ego es un lastre para el artista, pero todavía lo es más el de los egos ajenos que lo asedian e ignoran, esta y no otra es la cadena de su implacable y necesaria soledad.
Y su victoria.


4 comentarios:

planseldon dijo...

Bonita reflexión, aunque no puedo estar más en desacuerdo, amigo.

En mi opinión hay mucho capricho del azar en el fementido filtro del tiempo. Con ello no quiero decir que los grandes artistas que han pasado por él no los sean (me refiero en general, no solo a las artes plásticas), pero sí que muchos igual de grandes o quizás más han podiso ser olvidados y si la madre casualidad no lo impide, puede que sigan siéndolo hasta que la trompeta del día último día venga a poner las cosas en su sitio.

Por suerte el tiempo se acerca.

planseldon dijo...

P.S.: Poenitentiam agite!

José María JURADO dijo...

Yo quiero creer que la providencia divina permite la redención de lo bueno, pero si no es en esta vida será en la otra.

José María JURADO dijo...

Gracias por tu profética observación.

 
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