Qué sofisticada crueldad la de esta especie, una vez
que el insecto, atraído por el néctar, cae en la trampa, ya no puede salir:
sobre él se ciernen, como un muro infraqueable para el vuelo, las carnosas
protuberancias que celan la salida. Si acaso intentara escapar trepando, en el
borde mismo de la sima una suerte de brocal gomoso hará resbalar sus patas
angustiadas y, más arriba, si todavía pasara, cientos de filamentos
resbaladizos la arrojarían de nuevo a lo profundo. El pozo, colmado del agua de
las lluvias, ahogará a la presa que, ya cadáver, será progresivamente deshecha
por los jugos vegetales hasta la más completa consunción.
Cuando acerco mi oído hasta sus hojas escucho cómo
lloran al fondo los poetas.
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