(Iglesia
de San Lorenzo, Sevilla)
Camino bajo
el peso de los siglos,
por capillas
y naves de humo y fuego,
algunos
hombres buenos me acompañan,
su fe es más
poderosa que la mía,
que a
tientas me conduzco por la bruma.
Mi mirada se
pierde en el vacío
y me
tiemblan las piernas y las manos,
no soy digno
de estar bajo estas andas
que
dócilmente portan a la madre
que
eternamente es hija de su hijo.
Me consuela
admirar tanta belleza
en el templo
sin tiempo de este tránsito,
por un
bosque de altares y columnas
avanzamos de
noche sin más guía
que la del
corazón hecho pedazos.
A mi derecha
un paño de cerámica
ha desplegado
un friso inextricable
de esmaltado
amarillo, azul y verde,
un bestiario
de emblemas y de acantos
con la fecha
de 1609.
Los viejos
alfareros de Triana
impusieron sus
manos a estos muros
la última aventura de su Hidalgo,
quiero decir:
entre un Quijote y otro
Y ahora somos
nosotros escuderos
que avanzan
por la Iglesia entre las sombras
y andantes
caballeros de la gracia
que descansa
en los hombros de estos hombres
de cuyo
nombre no puedo acordarme
sin
llorar.
Febrero de 2016, traslado de la Virgen de la Soledad |
2 comentarios:
¡Vaya, hemos coincidido ambos en escribir textos sobre el Quijote por estas fechas!
Feliz Navidad, amigo José María.
Feliz Navidad, querido Carlos
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