Aunque no me resulte simpático coincido con Freud [reconozco que en este enunciado me he venido arriba] y no solo porque pronto me vaya a Viena, en aquello que de alguna manera todos sabemos o intuimos instintivamente y es que la raíz de todos los problemas espirituales del hombre es la sexualidad.
Es cuestión de solución imposible, tan perniciosa es la represión, como -aunque esto nadie se atreva a decirlo- la desaforada compulsión.
Si se repasa la historia de las ideas estéticas [esto es toreo por bajo y de salón] se verá´que con contadas excepciones (¿acaso Goethe el ser humano perfecto?) la mayoría de los creadores no han sido especialmente ejemplares en la gestión de sus pulsiones, recuerdo ahora a William Carlos Williams atribuyendo a su condición de mujeriego la escasez (que no es tal) de su obra poética o a Don Antonio Machado que dijo aquello de que la mano de Onán sabe mucho que ignora don Juan.
Esto por no hacer referencia hoy a Juan Ramón Jiménez, Dalí, Picasso o Buñuel, por no cansar a la audiencia con cuestiones conocidas.
En otros tiempos es claro que la falta de formación y represión conducían a situaciones dramáticas inaceptables, pero en estos tiempos de pansexualismo creo que la cosa no ha mejorado, sino al contrario.
Me parece que esto sucede porque, aunque se intente trasladar otra versión la sexualidad siempre tiene consecuencias sobre segundos y sobre terceros, más allá de la paternidad o su interrupción. Sospecho que los seres humanos, y esto por encima del tabú judeocristiano, están imposibilitados para encauzar la sexualidad con plenitud y buena prueba de ello son, por ejemplo, la masiva difusión de la pornografía -contra las que la izquierda no aplica el discurso de la opresión por temor a resucitar la censura y la derecha tampoco dice nada por temor a resultar mojigatos y en segunda derivada hipócritas- o el listado de las noticias más leídas, que siempre avergüenza.
No hay solución, se cuenta que cuando Moisés bajó del Sinaí dijo al pueblo de Israel, tengo dos noticias, una buena y otra mala, la buena es que los he reducido a diez, la mala es que el sexto no lo he conseguido quitar.
Pues eso: la condición humana, que no te engañen.
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