YESTERDAY, es ñoña, muy ñoña, pero hay que verla.
Se constatan con esta película dos cosas, la primera de ellas muy interesante y es que el talento, el gran talento, es insuficiente para el triunfo, siempre hay que pagar un peaje fáustico siendo mejor, probablemente, no incurrir en el tropiezo de la fama.
La segunda, esta más bonita, es que en pocas ocasiones se ha dado el caso de que tan pocos hayan hechos tan felices a tantos y tantas veces. Los cuatro de Liverpool están en nuestra conciencia, van en el ADN del último tramo del siglo XX en el que solo se salvarán para la eternidad sus canciones, la música de R. Strauss, la de Gerswhin y Messiaen.
De todo el rockopop no quedará nada, lo mismo que en poesía del siglo XX quedarán en español Lorca, JRJ y Machado.
Mucha es desde luego la distancia musical y estética entre Los Beatles y Mozart y Beethoven, pero habría que remontarse a estos dos genios para encontar un caso parecido de ilimitada difusión de felicidad musical.
Tener a Paiul McCartney en el reino de los vivos, (bueno todos conocemos la leyenda del paso de cebras) es un privilegio como el de convivir en Viena con Beethoven.
Ojalá se quede con nosotros mucho, el día de su partida Yesterday, la canción, no la película, ascenderá a los cielos.
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