¿Existirá una memoria ancestral en la que el recuerdo inmunitario se funde con el pensamiento simbólico dando lugar a ese horror atávico al vampiro, envenenador de la sangre?
Desde esta perspectiva el inconsciente no sería -o no solo- un zulo de traumas, sino un arsenal de antígenos, capaz de afrontar las más graves amenazas mediante el más símple de los mecanismos: el miedo.


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