Muchas mujeres y hombres extraordinarios han habitado la tierra constelándola de momentos estelares.
La lista, sin ser infinita, es imponente.
Sus obras, a la vuelta de los siglos y en nuestros siglos, son magnas, cuando no milagrosas.
Pero solo Uno partió en dos la historia, mutando para siempre la forma de ser, de estar y de sentir, de la humanidad en el mundo.
Por simple comparación con los genios que en el mundo han sido, cabría concluir que esa máxima altitud, ese vuelo de águila sobre el tiempo, solo puedo proceder de quien, elevándose aún y todavía más sobre ellos, no fue, no pudo ser humano.
Quod erat demostrandum.
La lista, sin ser infinita, es imponente.
Sus obras, a la vuelta de los siglos y en nuestros siglos, son magnas, cuando no milagrosas.
Pero solo Uno partió en dos la historia, mutando para siempre la forma de ser, de estar y de sentir, de la humanidad en el mundo.
Por simple comparación con los genios que en el mundo han sido, cabría concluir que esa máxima altitud, ese vuelo de águila sobre el tiempo, solo puedo proceder de quien, elevándose aún y todavía más sobre ellos, no fue, no pudo ser humano.
Quod erat demostrandum.
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