domingo, 29 de noviembre de 2020

Sevilla tiene un color espacial


Romero Murube cantó los cielos que perdimos, pero ahora parece que una empresa turística, convencida de que Sevilla tiene un color espacial, va a recuperar para la ciudad la estratosfera.

Hay que celebrar esta noticia que va a poner a Sevilla en órbita.

La infraestructura ya está creada, porque hemos de suponer que la cápsula se lanzará desde la Calle del Infierno, junto al aeródromo de Tablada, que tantos ingenios voladores ha conocido, desde la noria al Ratón Vacilón.

Porque parece que la nave no será más que eso un mirador, una noria un poco más alta, desde donde verificar si eso que la tierra es plana y se divide en dos hemisferios: Sevilla y Cádiz, como quería el poeta teósofo Villalón.

Las campañas de márketing ya están hechas, porque si bien es cierto que con el lema "De Madrid al cielo" la capital partía con ventaja en la concesión, convertir a la ciudad de Sevilla en el centro del Universo es cuestión que activa potentes reservas de narcisismo industrial, que es la materia con la que se forjan los sueños hispalenses.

Cabo Cañaveral no tiene nada que envidiar a los cañaverales del Guadalquivir a cuya vera está siempre dispuesta la nave nodriza de la Torre del Oro, un centro de control que lleva funcionando más de cincos siglos.

Ni el Ariadne, ni el Saturno alcanzan la plástica esbeltez del cohete cristiano y moro que asienta sus potentísimos motores junto a la central termonuclear de la Catedral, donde el espíritu se fisiona en átomos de oro mientras se estremece la tierra alborozada. La Giralda solo espera la mano de nieve que, pulsando el botón de EJECT, arranque la próxima carrera de Indias.

Los más avispados ya lo saben, y una larga cola de astronautas, que no de turistas en el Alcázar, guarda la vez en la Plaza de la Contratación, puesto parece que nuevamente van a conceder a Sevilla el monopolio del comercio con el espacio exterior.

¿Cuántos proyectos como este hemos conocido ya por aquí? 

Aún resuenan las palabras con que despacharon a Cervantes, cuando quiso pasar a Indias: "Busque por acá en que se la haga merced".

Mucho me temo que los únicos cielos a los que vamos a seguir subiendo serán los que asoman tras los encajes de las altas espadañas flamígeras y que la única ignición que vamos a ver será la de las turbinas de incienso.

Porque, hablemos por fin en serio, ¿pudiendo ver al Gran Poder o a la Macarena, que son el cielo en la tierra, quién querría subir en esta ciudad a otro cielo?


IMAGEN: Cohete Ariadne, reproducción, Isla de la Cartuja, Expo 92

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