viernes, 22 de enero de 2021

Stoner Chéjov

Simultáneas y heteróclitas referencias, de Juan Lamillar a Felipe Benítez Reyes, de Antonio Muñoz Molina a Lutgardo García Díaz, han hecho que al fin dieran mis pasos con esta novela de culto, publicada en los sesenta y rescatada, como siempre sucede con la Literatura de Verdad, al filo del segundo milenio.

"Es la historia de un hombre" me dijo Lutgardo, y no le faltaba razón, porque a la manera whitmaniana quien acaricia estas páginas está tocando el corazón y el alma de su protagonista, un triste profesor universitario norteamericano que nos muestra, desde su sencillez y honestidad vital, los abismos y las grandezas de una vida que abarca el primer medio siglo pasado, y que es inevitable leer como trasunto de su autor, John Williams, cuyo apellido da nombre al protagonista. 

Chejoviana.

Si hubiera que calificar a esta novela habría que adjudicarle este título, porque es heredera directa de la compasión, la vitalidad, la sencillez y la fraternidad de Chéjov (pienso por ejemplo en el cuento "La dama del perrito").

En las raíces del realismo sucio americano (Carver) se ha señalado siempre esta presencia que es aquí más fuerte por cuanto su autor huye de esa suciedad melodramática. Como decíamos, se presentan los hechos tal cual son, en su esplendor y su derrota.

La novela es extraña en su arranque, pero se hace con nuestro absoluto interés en cuanto asistimos, tras una o dos páginas, a la epifanía de la literatura. Todos los letraheridos se reconocerán en el fulgor vocativo, en la llamada que recibe Stoner a través de un soneto de Shakespeare, a la ultrarrealidad de la poesía.

Este deslumbramiento epifánico acontece otra vez cuando, tras un desdichado fracaso matrimonial que lo acompañará de por vida, William Stoner conoce el verdadero amor conyugal sin bendiciones ni papeles. Es esta es una de las historias de amor más grandes y conmovedoras que jamás se hayan escrito. Por su intensidad -que justifica una vida-, merece la pena leer las tristes páginas que conducen a su plenitud. Resulta deslumbrante, por su sencillez y su verdad.

Demoledora resulta, por otra parte, la visión de la Universidad, como un microcosmos de inadaptados que refleja las taras del mundo y es expresión de sus limitaciones. Esta novela debería ser de obligada lectura antes de empezar un doctorado. Cuando los aspirantes al gaudeamus universitario choquen con la sevicia  universal de catedráticos y profesores auxiliares, se les podría decir: "no digas que no te avisé". Lasciate ogni speranza voi ch'entrate

Muchos de los defectos de la universidad americana que han contaminado al mundo, entre ellos la entonces (años veinte) incipiente corrección política, están aquí recogidos de forma seminal. Ningún estudio sobre la literatura universitaria ("Todas las almas" de Javier Marías entre nosotros) debería prescindir de esta piedra (Stone) angular.

El final del protagonista, su fervor docente o la amarga relación no exenta de ternura -es ante todo un libro tierno-, con su mujer y su hija nos dejan el corazón contrito, que es palabra que ya no se usa, pero que hace más al caso que acongojado; pues se sale llorando de sus páginas.

Temblorosos, llorosos, dubitativos, cerramos la novela y decimos, he aquí a un hombre y, como decía Milosz en un poema, cuando muere un hombre, cae un imperio.

NOTA: La he leído traducida al español (creo que va por la catorce edición) en la versión de Antonio Díaz en BAILE DEL SOL, apenas diez euros en la edición de bolsillo.








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