Extasiado,
contemplo en la pantalla
lo bello y lo terrible.
Aún madura el planeta como un fruto.
Materia y energía
emergen de esta cumbre del cretácico,
la más joven ahora de la tierra.
La eternidad del cráter,
su inconcebible edad geológica,
ignora el tiempo humano,
solo un grano de arena
fundido en un reloj de magma.
Los ríos de la lava,
los ríos de la sangre.
Nuestra carne procede de ese fuego,
de esta inerte caldera hecha de ruido y furia
Con los ojos cegados por la luz
bajo un sudario de ceniza y humo
habremos de volver al centro de la tierra,
Y lo que llaman muerte
será este resplandor en que fulguran
la conciencia del cosmos
y las manos de Dios sobre la nada.
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