Este áureo Belén de Nápoles de España,
estos ricos ropajes y ángeles barrocos.
Estas rojas casacas y turbantes turquíes,
caravana de magos y dinteles partidos.
Estos paños bordados, esta ropa tendida,
grotescos pasacalles y pesebres de oro.
Estos cielos del Greco y columnas corintias
colgaduras de almagre, veladuras de sueño.
Este telón abierto, gran teatro del mundo,
cumbre vieja el Vesubio contra el mar de Sorrento.
Anuncian en la estancia encalada y angosta
donde Rilke escuchó jadear a la Parca
entre restos de rosas y tibias descarnadas,
(de mí, Señor, de mí, de mí y de todo esto.)
el triunfo del Amor, la muerte de la muerte,
sobre el ciego tarot de las postrimerías.
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