jueves, 24 de marzo de 2022

Titanes de uranio

Encerrados en el Tártaro, los Titanes, los dioses primordiales, pueden emerger en cualquier instante del inframundo y provocar la destrucción de la tierra, lo primero lo dice Hesíodo en la Tegonía, lo segundo es un leit motiv clásico de las películas de catástrofes.

Casi todas las cosmogonías tienen su apocalipsis, su Ragnarök, su Ocaso de los Dioses, su agujero de ozono (en este ya no cree nadie), su cambio climático, su volcán sanchista. 

En las películas el fin del mundo suele anunciarse con un pequeño temblor en la caja de Pandora que custodia a los titanes, con un crujido en una placa de hielo polar, con un temblor de tierra que sacude el polvo de los siglos (no el de Tinder) y hace aparecer a los dioses primigenios armados hasta los dientes, prestos a desentumirse.

Ese temblor se produjo hace cuatro semanas.

Nos habíamos olvidado de ellos, sepultados bajo minas de sal, apostados en remotas lanzaderas siberianas, hundidos en las fosas submarinas... Congelados en los estertores de la guerra fría. Pero ahora algo ha hecho temblar el cerrojo y ha sonado un crujido en el arca de la alianza que alberga los misiles nuclerares.

En estos treinta años en que nos habíamos olvidado de ellos han evolucionado mucho, no es ya que sean miles de miles las ojivas atómicas las que pueden despertar, como los guerreros de Siam en las pelis de serie B, es que ya no les hace falta ni ser apuntados, de lugar en lugar y tiro porque me toca, están programados para ir rebotando y dejando su hecatombe en cada ciudad hasta  lograr la destrucción total, sin paliativos. ¿No ves que llevan Googlemaps y GPS?

Dejemos lo pavoroso y volvamos a lo mítico.

¿No es fascinante que toda la estructura política, comercial, económica y moral del mundo esté cimentada sobre los pilotes de las ojivas nucleares? 

No es Atlas quien sustenta el planeta sino la piedra de Uranio, la última razón metafísica del ser, los titanes ante cuyo altar hacemos sacrificios ucranianos para no irritarlos.

Cuando una civilización del espacio exterior llegue a este mundo -huyendo de su propio Ragnarök-acaso solo encuentre las lanzaderas intercontinentales, mirando al horizonte impertérritas como efigies de la Isla de Pascua.

-¿Así que estos eran sus dioses? - se dirán- Pues para este viaje intergaláctico no nos hacían falta alforjas. 

-¿Y ahora qué, hacemos, capitán?

-Tú despega, Manué, y tira para Alfa Centauri, que gente más tonta que esta no vamos a encontrar en la galaxia.




No hay comentarios:

 
/* Use this with templates/template-twocol.html */