jueves, 17 de octubre de 2024

La epidemia del narcisismo


Leo "La epidemia del narcisismo" con gran costernación y la tentación permanente de apagar las redes sociales, eliminar mis retratos y anular en el móvil la cámara de selfie.

Estoy aprendiendo mucho de yosotros.


De joven creía que había suplido con los libros el conocimiento de la naturaleza humana, con los libros y con la observación silenciosa, pues me correspondió, como a tantos, el rincón de los raros.


Ahora creo que sería primordial incorporar a los estudios básicos algunas nociones de psicología para una mejor gestión de la susceptibilidad, las expectativas sociales y la fragilidad del ego en general.


Hay muchas cosas que uno (ese "uno" es una forma de esconder el yo) ha aprendido en los últimos años que le hubieran ahorrado inmensos conflictos y discusiones estériles.


Y todo guarda relación con esto, con la anómala gestión del ego en la que se confunde varios conceptos análogos pero diferentes como la vanidad, el amor propio, la soberbia, la autoadmiración, la autoestima y la sensibilidad hacia lo ajeno.


En este libro se aborda la epidemia narcisista en USA y por ende, en Occidente, dominante en el marco actual de valores y que internet y las redes sociales han multiplicado exponencialmente.


Se supuso que el cristianismo había reprimido la autoestima de occidente y entre los medios y los libros de autoayuda se ha promovido una cultura egolátrica que hunde en el Romanticismo su origen.


Así, nos encontramos a líderes, en todos los ámbitos, que asumen tareas para las que son incapaces, pero para las que se juzgan los mejores.


Y, por el contrario, personas que abandona compromisos, para los que son mejores, que creen que otros merecen más.


Como la sociedad navega a favor de la confianza, se ensalzan, cada vez más, estos perfiles nefastos para la organización social por cuanto no saben interpretar bien la realidad y enfocan el universo desde su absoluto yo.


Son varios problemas los que nos pueden acuciar en nuestra relación con el Partido Narci, como suelo llamarlo.


1. Todos yosotros participamos, nos hemos alimentado de ese aire, de la cultura de exaltación del yo. Y a poco que cada quien haga examen encontrará de qué avergonzarse. El escritor, el poeta, el artista que vive del aplauso o claque de su público, está -estamos- atrapados aquí. Es la parte de los titiriteros, no es la más grave, porque esta egolatría escénica es por donde desaguaba la humanidad sus traumas, pero es bastante ridícula.


2. El susceptible, el ofendido, que todos podemos ser en algún momento, es una condición clínica que casi nadie tiene diagnosticada y que algunos expertos denominan narcisismo encubierto. Todos conocemos personas así o experimentamos sensaciones así, cosas que nos duelen o suscitan tristeza cuando no envidia y que en realidad no merecemos o no merecen más que los demás. Estos personajes son terroríficos porque de su fracaso propio nace el resentimiento y un rencor destructivo.


3. La tríada oscura: desde la que puede manifestar el psicópata más cinematográfico al encubierto con el que nos cruzamos cada día. Esta tríada se compone de grandiosidad, maquiavelismo o manipulación y comportamientos antisociales.


4. La falta de crítica. Ya no existe la literaria ni la artística, solo existe la crítica celebrativa. Todos los niños lo tienen todo sobresaliente y todos los que escribimos versos somos no ya poetas, sino Rilke y  Bécquer juntos. Con esto ni se aprende ni mejora, pero, además, perversamente, al haber adoptado la crítica la forma del silencio, al perfil susceptible esta ausencia de juicio lo mata.


En Sevilla el punto 4 además ha adquirido cotas de especialización finísima en la llamada "Ojana", concepto cuya mera existencia delata de lo que hablamos.


La mayoría, por no decir el 100% de los desencuentros diarios devienen del choque entre perfiles de mayor o menor intensidad narci.


Sirva de ejemplo: todos nos vemos ridículos tras la bronca en el coche, ¿qué dice esa bronca de nuestro verdadero yo?


¿Qué hacer?


Lo primero, formarse e informarse.


Lo segundo, hacer un autoanálisis para ver en qué magnitud la autoestima condiciona nuestra vida.


Lo tercero, regenerar nuestras relaciones con el mundo, ¿nadie tiene un amigo en wsp que sin verlo es capaz de sacarnos de quicio? 


Todo esto sirve para defenderse de estas personalidades llamadas también tóxicas, aunque insisto en nuestro mundo es prácticamente imposible que nadie instile algo de veneno o viva sin rencor, todos somos algo tóxicos, por humanos y por españoles..


Pero, ¿para el futuro? ¿Qué podemos hacer?


Esto es lo que me preocupa porque sin que esto se enseñe en los colegios el modelo se perpetúa sin fin. Hay que ROMPER EL CÍRCULO.


Yo cada vez estoy más convencido de que la inmortal mala leche española y el cainismo español no es más que la supervivencia genética en Iberia del narcisista encubierto, ese que está fatal de autoestima, que se odia a sí mismo y amarga lo que puede. Los tipos geniales se fueron a fundar América.


Pero me temo, y esto es lo grave, que no hemos tenido mucha opción de elegir, hemos nacido así o nos han nacido aquí.


Esto, de paso, explica nuestra actual situación política, que no es lo que nos merecemos sino lo que somos.


Hay que romper las pantallas y vaciar el ego por los desagües.


Pero a nivel global, no se me ocurre cómo: hemos cambiado a Jesucristo por el yo. Y quienes no lo han cambiado a menudo creen en su propio Jesucristo, en su Dios personal, clemente y misericordioso pero solo con sus faltas, nunca las de los demás.


Lo suyo sería, por ejemplo, dar esta reflexión como anónima, pero ¿ven? YO MISMO SOY incapaz y hasta YO  termino con un poema, sobre el romanticismo cuyo último verso explica lo que YO digo.


ROMANTICISMO


Soy el llanto de Chopin sobre el piano,

soy la oda de Keats al ruiseñor,

soy la noche inmanente de Novalis,

soy de Bécquer las alas del amor.


La Balada del viejo marinero,

los paisajes ingleses de Wordsworth,

el naufragio Infinito de Leopardi,

los cañonazos de Napoleón.


Soy la sangre de Pushkin en la nieve,

las tormentas de Turner y el vapor,

los mármoles de Hölderlin y Goethe,


soy los terrores de Edgard Allan Poe

y la tristeza azul de Baudelaire.

El yo, el yo, el yo, el yo, el yo.


JMJ


Aquí añadiría, ¿a qué esperan para aplaudirme?


Y lo que pudiera ser un gag se transforma en una película de terror: ¿pero lo ha dicho en serio o no?


Hoy se dicen de broma muchas cosas que se han pensado en serio.


El primero en hacerse un selfie, morirá.


Cuidado con el yo-yo.


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