En duetto con la Giralda y en pugna con la lluvia, la función del Califa de Bagdad fue deliciosa.
De Glass a Manuel García, de Artillería al Alcázar el @festivaldeoperadesevilla ha puesto claros principios a una vocación de excelencia e Internacionalidad.
En esa línea y con su decidida apuesta por el talento nacional y local, no solo en la parte musical, sino en lo escenográfica, demuestra su voluntad de construir para la ciudad una industria cultural de primer nivel que, sobre los cimientos de sus más de 150 óperas, explore las más nuevas tendencias líricas sin dejar de mirar a la tradición.
Ayer vivimos un momento que fue un símbolo en sí de esta nueva etapa de la Ópera en Sevilla, cuando repicaban a gloria las campanas de la Giralda por la coronación de la Divina Pastora y escuchábamos las voces divinas de Leonor Bonilla y Alicia Naranjo sonando a Gloria y coronando el festival.
Las voces andaluzas de Juan de Dios Mateo (Almería), Alicia Naranjo (Málaga) y la navarra (pero marismeña) Nerea Berraondo brillaron con fulgor propio en esta obra napolitana de nuestro Manuel García, padre de dos de las más grandes sopranos del siglo romántico, María Malibrán y Pauline Viardot, reencarnadas ayer en Leonor Bonilla, en un papel muy rico en ornamentación, de vertiginosa coloratura que abordó imbuida de gracia y perfección natural.
Y solo podemos celebrarlo en verso:
Junto al arpa y el fagot,
Manuel García solfea.
Hoy, Leonor, en la platea
se sienta Pauline Viardot,
y las cartas del tarot
revelan en la capilla
un misterio de Sevilla:
- “¿Dónde está la Malibrán?”
- “Los ángeles lo sabrán
si canta Leonor Bonilla”
Larga vida al festival que, junto a la Bienal de Flamenco, tan bien reconducida el año pasado de sus excesos, constituyen una propuesta que sitúa a Sevilla en la capitalidad musical de Europa, en la liga de Salzburgo y Bayreuth.
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