Francisco Javier arriba al Japón
Euntes
in mundum universum: el
Apóstol de los Gentiles camina por las
calzadas del Imperio para anunciar al Dios Desconocido en el Aerópago de
Atenas, la barca de piedra de Santiago encalla en Finis Terrae como una brújula que apuntara a América y Francisco
Javier anda sobre las aguas de los océanos portugueses proclamando al sol que
nace la Palabra
de Cristo. Ha doblado el Cabo de Buena Esperanza, ha costeado toda el África, la India, Malasia e Indochina,
sorteando las fiebres, las pendencias, los tifones, apoyado sólo en una Cruz
cada vez más lejana que hiende las playas de Kagoshima y alza un tsunami bautismal. Azuzados por la
codicia los mercaderes de Holanda conciertan un monopolio con los Señores
Feudales de Japón: el archipiélago queda clausurado a las misiones por las artes
marciales y las armaduras milenarias de los Samuráis.Las florecillas del Evangelio son
arrancadas de entre los bonsáis sintoístas y un único lirio de Judea, con la armonía simple y canónica del Ikebana, perfuma esta hazaña de la carne
y del espíritu.
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