miércoles, 7 de agosto de 2013

Atardecer en Baden-Baden

Esta playa de pobre, la piscina,
popular y modesto balneario,
sofoca mis ardores proletarios
cuando agosto me sitia en la oficina.

No menos calurosa que taurina
es la hora final de mi calvario,
resucito a las cinco, mi sudario
es la santa toalla vespertina.

El rugido macarra de las motos,
el crepitar del hielo en los cubatas,
diez lagartas al sol y un sandokán:

mi Caribe sin loros ni piratas,
mi nirvana, sin budas y sin lotos,
sobre el gresite azul como Ispahán.




PS: se acabaron las vacaciones y hay que clorar el lapicero.

2 comentarios:

Anónimo dijo...

Muy divertido soneto.

José María JURADO dijo...

Muchísimas gracias, Carlos.

 
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