Esta playa de pobre, la piscina,
popular y modesto balneario,
sofoca mis ardores proletarios
cuando agosto me sitia en la oficina.
No menos calurosa que taurina
es la hora final de mi calvario,
resucito a las cinco, mi sudario
es la santa toalla vespertina.
El rugido macarra de las motos,
el crepitar del hielo en los cubatas,
diez lagartas al sol y un sandokán:
mi Caribe sin loros ni piratas,
mi nirvana, sin budas y sin lotos,
sobre el gresite azul como Ispahán.
PS: se acabaron las vacaciones y hay que clorar el lapicero.
2 comentarios:
Muy divertido soneto.
Muchísimas gracias, Carlos.
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