sábado, 9 de mayo de 2020

Diario del Año de la Peste LVI ("El Ministerio del Tiempo")

Si el confinamiento hubiera sido despresurizado antes, permitiendo una hora de paseo diario en el patio de la cárcel, como en esta última semana, quizá la ronda de los presos sería menos apretada cada tarde. El caso es que por fin el lunes, al menos en Sevilla, nos dan la condicional y dispondremos de una relativa libertad de movimiento aunque seguiremos durmiendo en la trena, lo cual tiene cierta lógica porque es nuestra casa.

Todos somos Undargarín, todos somos Junqueras.

Mi deporte favorito ha sido siempre leer en la calle, en un jardín, en una terraza o en la piscina. Pero hasta el lunes no estará permitido practicarlo -salvo que lo entendamos como paseo a velocidad cero-, aunque tengo mis dudas porque es probable que el Gran Hemano Marlaska se deje llevar por el ardor guerrero y no sea tolerada la lectura en la nueva normalidad.

Leer ya era una actitud provocadora y provocativa en la normalidad vintage, por lo que quizá ahora estemos un paso más cerca de Farenheit 451, a pesar de que pocas actividades favorezcan más la distancia social: es sacar un libro y hacerse el vacío alrededor.

Claro que adentro suceden multitudes. Escucho con mis ojos a los muertos.

Como aquel príncipe del Renacimiento que cada noche subía, vestido con sus mejores galas, a la biblioteca de su castillo a conversar con Sócrates o Platon, el lunes nos pondremos la chaqueta del domingo de ramos para hablar con Galdós en las terrazas.

Y ahí se acabará el diario, no había escrito uno cien páginas sobre casi nada y aunque me parece que han salido casi por ensalmo, me temo que han sido a costa de sacrificar la lectura. Lo hemos dicho muchas veces: leer es más difícil que escribir y después de tantos meses confinados habrá que iniciar la desescalada libresca.

Echaré de menos este diario y el diario encuentro con vosotros, pero lo mismo que la realidad se ha transformado en la  nueva normalidad, también mutarán las columnas toscanas, como mutan los virus. Conviene, además, espaciarlas, como demostró Bernini en la columnata de San Pedro.

Tengo la sensación de estar aún en el primer día, como si fuera a retomar la lectura, perdón, digo, la vida, en el punto donde la dejé. Desde el día en que nos pusieron un muro de Berlín en la puerta de casa dejó de existir el espacio exterior y sin espacio no hay, no ha habido tiempo.

En hablando del tiempo me he acordado ahora de que esta semana se ha estrenado la nueva temporada del ministerio de la cosa. Yo tengo una idea para un capítulo: la historia sucede en vísperas del la manifestación del 8M del año en curso, bajo la sombra de la pandemia -de la Visitación que decía el místico Daniel Defoe- del coronavirus. 

A los agentes del Ministerio les muestran un dossier con las consecuencias de las concentraciones. Un descenso a los infiernos conocidos. Para evitarlo deberán a viajar treinta años atrás y nada menos que a Ruanda (uno de los capítulos más valorado sucedió en Filipinas) para rescatar a un joven médico voluntario que ha estado a punto de perder la vida durante el despiadado conflicto de los tutsis y los hutus.

Su misión consistirá no solo en salvarle de los balazos sino sobre todo -libre de amenazas tribales- convencerle -cuesto lo que cueste y usando técnicas marlaskas si hace el caso- para que se quede allí en el África profunda, donde seguirá prestando grandes servicios a la humanidad y por los cuales Fernando Simón recibirá, a la vez y para gloria de la patria, el Premio Nobel de la Paz y el de la Medicina.

El lunes, el lunes se acaba todo.

No hay ninguna descripción de la foto disponible.
Mecanoscrito de "El diario del año de la peste"


No hay comentarios:

 
/* Use this with templates/template-twocol.html */