domingo, 27 de diciembre de 2020

La grandeza de Bécquer (IV)

Cuando Bécquer escribe sus primeros textos hacia 1850 el romanticismo ya quedaba muy lejos; no obstante, una y otra vez, solemos referirnos a su obra como tardorromántica bajo la hipótesis de que la plenitud del movimiento se hubiera manifestado en España con un retraso que él hubiera contribuido a reparar, junto con Rosalía de Castro.

Si bien es cierto que la sensibilidad romántica se extiende en el arte hasta bien entrado el siglo XX, la realidad es que lo hace de forma transmutada y muy estilizada, ya como simbolismo y modernismo, y con mecanismos de expresión muy alejados del énfasis romántico.

Románticos “stricto sensu” habrían sido Larra (1809-1837) -quien se suicida cuando Bécquer apenas cuenta un año-; Espronceda (1808-1842) -que muere cuando Gustavo Adolfo ha cumplido los seis- o Zorrilla (1817-1893)- que siendo casi veinte años mayor que nuestro poeta lo sobrevivirá aún más de veinte. Y aun en el caso de estos autores se trataría -frente al más temprano romanticismo europeo- de la segunda ola romántica, siendo el primer frente español el de Blanco White, (1775-1841) o el Duque de Rivas (1791-1865) y la primera manifestación del pathos romántico la de José Cadalso en sus "Noches lúgubres" (1741-1782) aunque todavía dentro del clasicismo

Con estos autores arranca la formación poética de Bécquer quien habría leído con mucho provecho a Chateaubriand (1768-1848), Víctor Hugo (1802-1885) -que nace 34 años antes que Bécquer y muere 15 después que este- o Walter Scott (1771-1832). La rebeldía romántica ya había sido domesticada por la ilustración burguesa a la que Bécquer perteneció por clase y por edad y él lee estos libros en la atildada biblioteca sevillana de su madrina Manuela Monehay. Su primera rima es, por ejemplo, una imitación de Byron ("tu pupila es azul y cuando ríes"), precisamente del Byron de "Las melodías hebreas", menos patético y más sentimental.

Si atendemos a la poesía, cuando se publican en 1871 las "Rimas" de Bécquer el poeta de más éxito en España es el Campoamor (1817-1901) de las "Doloras" (1846)  quien probablemente proporcionó a Bécquer, a través de su prosaísmo, algunos mecanismos de expresión que lo ayudaron a aligerar la pesada retórica que se arrastraba en la poesía nacional como cañones desde la Guerra de la Independencia, y cuyo máxima -es mejor decir, mínima- expresión era la enfática obra de Gaspar Núñez de Arce.

Aunque Bécquer recree amores y fantasmagorías -asumidos ya como temática burguesa- su paleta literaria -muy adelgazada- tiene mucho más que ver con el realismo estético, por ejemplo de un Juan Valera, compañero suyo en el "El Imparcial". Las narraciones de Bécquer, no dejan de ser en su arranque sino cuadros de costumbres y sus artículos son -con vagas idealizaciones- daguerrotipos de la realidad como no podía ser de otra forma en quien había hecho del periodismo su "modus vivendi".

El año de la muerte de Bécquer lo es también de la primera novela de Galdós, "La fontana de oro", sería absurdo, basta cotejar las obras de ambos, suponer entre uno y otro una distancia de medio siglo en la expresión.

Ahora bien, tampoco se puede afirmar sin más que Bécquer fuera un autor realista -más allá de la estética de su dicción- sin incurrir en un error de enfoque no menos errado que el de tildarlo anacrónicamente de romántico.

Pienso que la  obra de Gustavo Adolfo Bécquer, más por temperamento y por descubrimiento propio que por emulación o aprendizaje, es homologable a otras corrientes artísticas europeas de su tiempo. Pongámoslo, por ejemplo, en relación con un Ruskin y se encontrará la misma pulsión por lo medieval, la misma intensidad emocional en el uso del color y el adjetivo.

No, no hubiera desentonado Bécquer como escritor en la Hermandad Prerrafaelita fundada en 1848 en Inglaterra, con qué facilidad podemos superponer los cuadros de Waterhouse, Millais o Burne Jones a sus leyendas. Es más, podríamos confrontar los poemas de Dante Gabriel Rosetti (el más alto representante del prerrafaelismo poético) a los de Bécquer con resultados sorprendentes.

Véase:

Vaporous, unaccountable,
Dreamland lies forlorn of light,
Hollow like a breathing shell.
Ah! that from all dreams I might
Choose one dream and guide its flight!
I know well
What her sleep should tell to-night.

Vaporosos, inabarcables,
Las tierras del sueño yacen en despojos de luz,
Vacías como cáscaras de aire.
¡De mis fantasías se me permite
Elegir un sueño y guiar su vuelo!
Conozco bien (y te conozco, doncella)
Lo que tus sueños deben decirte esta noche.

("La noche del amor", fragmento. Traducción, fuente: https://ciudadseva.com/autor/dante-gabriel-rossetti/poemas/)

¿Será verdad que, cuando toca el sueño,
con sus dedos de rosa, nuestros ojos,
de la cárcel que habita huye el espíritu
en vuelo presuroso?

¿Será verdad que, huésped de las nieblas,
de la brisa nocturna al tenue soplo,
alado sube a la región vacía
a encontrarse con otros?

(Rima LXXV)

Es cierto que el movimiento prerrafaelita -de limitados resultados artísticos según convención universal de los (discutibles) teóricos del arte- es de raigambre romántica, pero no es Romanticismo puro, y otro tanto podríamos decir de Bécquer que, según esta tesis, habría encarnado en el español esta escuela estética -casi agotada en él mismo- cuyo resultado inmediato fue la liberación de la prosa y de la poesía de su corsé decimonónico; como fue el prerrafaelismo,  a través de la obra de Morris, precursor del "Art and Crafts", esto es, de la universalización de las artes plásticas y el diseño.

No hay mucha distancia, por no decir ninguna, entre la obra pictórica de su amigo el pintor José Casado del Alisal, a quien debemos la salvación de la obra becqueriana, y la pintura de los prerrafaelitas, tómese por ejemplo el cuadro "La campana de Huesca", donde muy probablemente por cierto está representado Bécquer, que hubieran podido firmar Millais o Burne-Jones.

"La campana de Huesca", José Casado del Alisal (1880)


Sir Isumbras at the Ford (1857)

Haber sido el portador de esta sensibilidad estética medievalista, común a toda la Europa simbolista (pienso ahora en el Rilke de "La canción de amor y de muerte del AlférezCristoph Rilke), constituye una parte no demasiado reivindicada de la grandeza de Gustavo Adolfo Bécquer.

¿Y quién podría resistirse a ilustrar como colofón a estas ideas la "Rima VI "dedicada a la Ofelia del Hamlet de Shakespeare -del que Bécquer fue devoto como los prerrafaelitas- con las pinturas consagradas a este carácter enfermizo e ideal por la Hermandad?

Como la brisa que la sangre orea
sobre el oscuro campo de batalla,
cargada de perfumes y armonías
en el silencio de la noche vaga;

símbolo del dolor y la ternura,
del bardo inglés en el horrible drama,
la dulce Ofelia, la razón perdida,
cogiendo flores y cantando pasa.

Ofelia, Waterhouse

Ofelia, Waterhouse


Ofelia, por Millais, detalle 

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