sábado, 20 de febrero de 2021

Poesía de marca blanca


No es solo la falta de emoción, tampoco la ininteligibilidad, acaso, sí, la ausencia de un chispazo, la carencia de un temblor verbal o intelectual, la insuficiencia de la imaginación o la supresión del sentimiento... Pero cuánta poesía correcta, bien hecha, bonita incluso, pasa ante nuestros ojos sin dejar apenas rastro y sin que podamos decir nada de ella, ni bueno ni malo, sin parecer, tal vez, demasiado exigentes. No falla, sin embargo, la prueba de la memoria, si lo leído no lo recuerdas o no recuerdas al menos el temblor del temblor que pudo haberte producido, no era en realidad poesía. Artesanía verbal, hilo musical de fondo, eco de eco, vacío irreprochable que uno ha de elogiar porque, sin ser horrible ni bello, aparenta perfección.

Así son muchos de los libros, por no decir la mayoría, de los que hoy se publican -y no me refiero ahora a la sensiblería cursi de los instagramers ni a los pruritos flamencos de romancistas y copleros-, sobre todo los que se hacen masivamente con los premios. Puesto el jurado en la tesitura de discutir, siempre tendrán ventaja estos libros que yo llamo de "marca blanca".

Pero la poesía no es eso.
En la novela o el cuento se aprecia fácilmente la diferencia entre narrar y relatar. Relata quien tiene una historia y la dice, pero como pudiera decirlo un informe, por más que el informe se travista del oropel de novela histórica. Narrar es otra cosa, es un pálpito épico, es un cómo, un cuándo y un por qué, es insuflar vida en el cuerpo inerte de la historia. Y por eso algunas novelas se nos caen de las manos y otras decimos que nos las bebemos, aunque en esta comparación a veces se incluyen novelas de garrafón o tóxicas sin más.
Pero un relato, por mil razones, puede ser todavía interesante o necesario -incluso fuente de futuras narraciones- y por eso la novela se "vende" más. Ocupa su lugar en las librerías.
Respecto a la poesía me parece que es más exacto decir que ha sido la propia poesía (lo que llaman poesía) la que se ha apartado de la sociedad y no la sociedad de la poesía.
¿Cómo distinguir entonces la poesía de lo que no lo es? Yo creo que esto solo se puede responder intentando explicar qué es la poesía.
Y la poesía es...
Etérea como la divinidad y objetiva como la ciencia, intangible como la luz y táctil como lo madera, inerte como la matemática y viva como la música.
La poesía es...
Y no sabemos decirlo, como no podían nombrar los profetas a Yahvé que solo daba rumor de sí diciendo: "yo soy el que soy".
Pero aunque no sepamos explicarla sí podemos dar fe de su existencia y enunciar una regla de oro para identificarla entre unos versos como se distinguiría -citando a Aristóteles- "a un vivo de un muerto".
Y es que la poesía, la poesía verdadera, se mece en el poema como el espíritu de Dios aletea sobre las aguas.

IMAGEN: Miguel Ángel, Capilla Sixtina, creación de los astros y las plantas.

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