Tras el fracaso medieval de los alquimistas el primer éxito en la búsqueda de la piedra filosofal correspondió a los fontaneros, capaces de transformar en oro el plomo de las tuberías.
El siguiente paso adelante en las indagaciones mercuriales correspondió a los dentistas, que no solo transformaron la amalgama de los empastes, mercurio y Zinc, en oro, sino que lograron ahorrarse el que usaban para forrar los dientes y que eran tan del gusto de los ladrones de cadáveres.
Ahora bien, la cumbre del devenir hermético y filosofal, corresponde sin duda a las empresas eléctricas, que han perfeccionado y elevado a escala macroindustrial la conversión del mercurio de los termómetros en el caudal de oro de los recibos de la luz.
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