lunes, 3 de enero de 2022

¡Olvídate de Schubert!

 

A mí me gusta la Literatura, porque la Literatura abarca toda la poesía y todas las ideas estéticas y todo lo que normalmente se entiende por Cultura.

Y la Cultura, en el buen sentido de la palabra, abarca y abraza a su vez a la vida, en su infinita manifestación de sentimientos y relaciones, tradiciones, artesanía y sabiduría no necesariamente letrada.
No es infrecuente encontrarse, entre los poetas, quienes desprecien por retórica la erudición sin violetas, el arte y aún la inteligencia.
No tienen razón, pero sí explicación, ante sí han tenido un muro de triunfadores encaramados al éxito de la retórica falsaria, de "intelectuales" de salón.
Actúan pues con el mismo resentimiento que los hijos de los humillados y ofendidos cuando queman las iglesias que dan sombra a los poderosos.
O para que me entiendan mejor lo diré en haiku, miran el dedo y no la luna.
¿Y qué es la luna?
Pues la luna es a veces Góngora, otras Rimbaud, la luna es Proust y Faulkner y el Ulisses De Joyce y el Poeta en NY de Lorca.
La cara oculta de la luna, que permanece inaccesible a quienes contemplan sólo la claridad radiante de JRJ, de Cervantes, Gaya o Claudio Rodríguez.
A quienes arrumban ahí todo lo que no entienden, lo que les estorba, lo que designan como artificial sin haberse parado a contemplarlo.
Desde la cara oculta de la luna sin embargo se ve la tierra entera, brillan más las estrellas todas y aún la propia clara y radiante luna grande y celestial de la emoción.
Avisaba en su día Octavio Paz que la cultura no podía corromper la creación jamás, sólo en intelectos defectuosos y ahí caben tanto el intelectual alambicado y triunfador, como el místico estrafalario de la edición minoritaria.
¡Olvídate de Schubert!
Esto me dijeron en una ocasión, afeando mi poesía o columnas más culturalistas.
No respondí, pero una tarde en un concierto escuché la última sonata de Schubert y me dije: "Sí, yo podría olvidarme de esto, pero ciertamente Schubert no se ha olvidado de mí ".
La cultura ni es terreno abonado sólo para los "connaisseurs" ni parcelable por afinidad.
Es, me parece, como el firmamento, que nos concierne a todos, que nos alumbra y oscurece a todos y que, como la luna, existe en lo que vemos y en la materia oscura que no.
Nadie tiene derecho a poner una puerta de entrada o de salida al infinito.
Nadie puede negar a Borges o a Proust, a la ligera, sin estar negando la luz.
Acuérdate de Schubert.




Sonata para piano n.º 21 en si bemol mayor D. 960

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