domingo, 5 de junio de 2022

Dolmen Zen


De una imagen así, interior del Domen de la Pastora en Valencina de la Concepción, Sevilla, al lado, apenas a 10km de la ciudad, se pueden extraer dos conclusiones:
1. Que lo de la Macarena y el Gran Poder les viene de lejos a este país.
2. Que si nuestros padres creían en Dios y nuestros ancestros, como se ve, trascendían su existencia con vínculos hacia el más allá. ¿Quienes somos nosotros para no creer en nada y haber atado una piedra de dolmen al corazón humano y su esperanza de persistir más allá de la muerte?
Con esto, con su técnica de primer orden, los no tan rupestres vecinos del Aljarafe señalaban, como sigue señalando ahora la ciencia, LOS LÍMITES DEL CONOCIMIENTO.
Somos una especie limitada, nos falta experiencia de otras dimensiones, pero todo lo que podemos intuir del cultivo y desarrollo de las dimensiones en que evolucionamos nos conduce a algo más grande.
Esto no puede ser revisado, como ahora se hace, de forma trivial ni a la ligera, y creo que no es lo mejor para el ser humano que se limite su desarrollo, desde la infancia, cancelando los abismos y lasa emociones inexplicables.
Es curioso como al tiempo nuestro tiempo ensalza el amor romántico y no precisamente dentro de las categorías del materialismo biológico.
Los afectos no pertenecen, o no solo, al manual del perfecto darwinista, como no lo pertenece el asombro.
La religión se ha refugiado en las categorías de la poesía, del arte, incluso en los deportes de masas, pero no deja de ser, por ello, una necesidad -ahora insatisfecha- de la naturaleza humana que para sobrevivir precisa de al menos los siguientes engaños psíquicos:
1. El olvido, lo que antes era el perdón.
2. La negación de la enfermedad y la muerte, lo que antes era la esperanza.
3. La compañía social, lo que antes era el amor.
De todas formas esto es una moda pasajera, tras el triunfo de los siglos de la luz el materialismo anidó en la humanidad y ha alcanzado ahora su punto álgido, pero ya desde principios del siglo XX la mecánica cuántica y el relativismo einsteniano abrieron puertas a lo desconocido que alcanzarán su cénit al final del siglo XXI cuando otra vez la religión ocupe el centro de la sociedad.
Si no es así, nos habremos destruido.
Hay muchas evidencias alrededor nuestra de estas tendencias, grandes avisos en la tierra y en el cielo y sobre todo numerosos mantras que liberan los medios de masas y el comercio relativos a un mundo más Zen o New Age.
Llámalo energía, yo lo llamo Dios.




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