miércoles, 8 de febrero de 2023

Metamorfosis

De niño la muerte me parecía menos remota y temible que la transformación en adulto. 

Pero, ¿me he transformado ya?

Quizá era la severa admonición de mi padre,  "lo mismo carneguea que borreguea", o al cabo es que había niños que morían, muy pocos, pero sucedía, siquiera en los libros y películas.

Pero transformarse en adulto, ¡eso sí que era terrible y todavía lo es!

Parecía mucho más fácil soportar los tormentos de los mártires, que a mí ya me llegaron mitigados por el aggiornamiento, que cargar como un atlante con todas las preocupaciones de los mayores (¿cómo se pide una hipoteca?¿cómo se contrata un seguro?).

Y heme aquí, niño e inerme todavía, adentrándome en las primeras estribaciones si no de la vejez, sí del desamparo ante la arrolladora apisonadora del tiempo.

El tiempo, ¡qué misterio!

Y, sin embargo, todos sentimos su continuidad implacable, como sentimos esa continuidad de conciencia que nos hace exclamar al vernos reflejados en los espejos de la memoria, pero ¿cómo ha sido? ... 

Si yo era un niño ayer...




2 comentarios:

Sergio Fernández Salvador dijo...

Y pensábamos que tendríamos ya todo clarísimo. Ja.

José María JURADO dijo...

Eso es.

 
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