domingo, 12 de noviembre de 2023

Escuchad a las urnas

Hay que escuchar a las urnas.


Sí, pero a cuáles, ¿a la urna griega y democrática que escuchara Keats o a las cajas de cartón del procés?

Las urnas del 23 de julio son ya solo urnas cinerarias.

Se han vuelto cenizas porque en ellas se han dejado arder los ideales históricos de un partido.

Mudas, se les puede hacer decir casi cualquier cosa.

En democracia es esencial el respeto a los resultados, que son reflejo del programa electoral que los sustenta.

¿Pero dónde el programa?

Lo grave aquí no es, me parece, la aritmética, que es legítima, sino la subversión de los valores que se dice representar.

Unas declaraciones de Psnchz el día anterior de las elecciones aclaraban su posición sobre la amnistía.

¿No es delito mentir?

Lo es ante los jueces y aquí el juez somos los ciudadanos.

Si Aznar nos mintió el 11 de marzo Psnchz también nos mintió hace menos de tres meses.

Cambiar de opinión en estos casos es lo mismo que robar, que no es más cambiar el título de una hacienda.

Y no es verdad que sea esta la única alternativa de PSNCHZ para conformar una mayoría, su línea roja divide España exactamente en dos.

Precisamente los partidos sistémicos existen por esto, para evitar los abusos a los que se expone el menos imperfecto de los sistemas políticos que se conocen.

Solo la unidad de los partidos pudo hacer frente al terrorismo o reconstruir la convivencia tras cuarenta años de victoria.

España no se puede permitir romper la solidaridad nacional por un puñado de lentejas, por siete lentejas.

Hay que escuchar a las urnas. Si acercamos el oído escucharemos cómo aún las cenizas de la tribu arden con los rescoldos de tantas guerras civiles, de tanto dolor provocado por el enfrentamiento entre hermanos.

Esto ha llegado muy lejos y la convivencia se ha hecho imposible, ¿quién no está enfrentado con alguien incluso de su "bando"?

Los poderes políticos, lejos de ser ejemplares, están echando gasolina al fuego.

Los acuerdos de amnistía no perdonan ni redimen a nadie, son una condena que habremos de arrastrar.

La Memoria histórica obliga a escucharlas y hablan muy claro y muy fuerte: exigen la paz y la palabra, la libertad sin ira y la igualdad.



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