domingo, 14 de julio de 2024

La rotonda fantástica

No provoqué yo el atasco en la rotonda, al menos no premeditadamente. 

La culpa fue otra vez de Google Maps: "en la rotonda toma la salida en dirección sureste", pero la brújula que llevo mano para estos casos se había desmagnetizado al lado del cargador del móvil.

No me quedó otra que detener el vehículo y sacar el sextante de la guantera, donde antes se llevaba el mapa de carreteras.

La gente empezó a aporrear el claxon pero qué podía hacer yo, si ni siquiera había cerca un muro o un tronco de árbol para ver por dónde crecía el liquen.

Mientras calibraba el artilugio los otros coches empezaron a pitarme porque quizá no iban al sureste como yo, o porque quizá Google los hubiera mandado por la senda donde sopla el cierzo o el mistral.

La falta de paciencia ibérica para quienes tienen que medir la declinación solar ya la vivió Colón en su primer viaje que casi le causa un motín. Si el Almirante pudo superar esa prueba clavando un doblón en el palo mayor que luego le escamoteó a Rodrigo de Triana, nosotros que estamos atascados precisamente en la Ronda de Triana no vamos a ser menos.

Yo creo que esta prisa española no sirve de mucho porque, como la muerte, a todos nos iguala luego la eternidad de un semáforo en rojo como la camiseta de la selección de fútbol, ese deporte que da tanto que hablar todos los veranos, lo mismo que se habla de ajedrez cada vez que cambia una era geológica.

Quizá iban todos a ver algún partido que dieran por la tele porque creo, aunque no estoy muy seguro, que es ahora la temporada, aunque a los del balompié les pasa como a las cofradías, que es domingo de ramos todo el año. 

De hecho el entrenador me parece que se ha hecho famoso por unir ambos mundos, justamente aquí al lado, en el Cachorro, donde se ha formado el embotellamiento.

Me parece que al entrenador, como siga mostrando estampitas y medallas, le va a quedar muy poco en el convento. Ahora los que mandan son más de llevar exvotos a la virgen de Begoña.

Desde luego no era esa hora de estar pitando en la calle, salvo que uno fuera árbitro o guardia de tráfico, pero para cuando llegó el municipal yo ya había tomado las coordenadas y el agente me confirmó que, en efecto, el sureste era la segunda salida, sin más apercibimientos porque ya iba empezar el partido y no era cosa de demorarse poniendo una multa que hay que redactar muchos anexos.

Se ve que Google tiene querencia por el mundo náutico y cuando menos lo esperas te señala así la derrota (el rumbo, no la del partido) según la rosa de los vientos, que es como la rosa del PSOE, pero sin estar erezada de espinas.

Ahora que peor es cuando el navegador se vuelve erudito y te dice que en la rotonda tomes por la vereda del general "..." y ponga en esos tres puntos cualquier espadón del siglo XIX, que hace falta el Espasa para dilucidarlo.

Claro que para eso llevo también a la mano el facsímil de la edición de 1940 de "Las calles de Sevilla" de Santiago Montoto. No me sirve de mucho en la Cartuja o en los Remedios, pero al menos mientras viene el municipal tengo lectura y recuerdo ese mundo andariego sin ubicación ni coordenadas.

Tengo también comprobado que la maquinita hace un uso muy ligero del término "ligeramente", en una acepción que me parece a mí que no recoge la Academia ni el María Moliner, porque ¿cómo se puede girar ligeramente a la izquierda? ¿Como Feijóo acaso? 

La prueba es que nunca te dicen que gires, que sería lo contrario, bruscamente a la derecha como Abascal, decidido cumplidor de las normas de orbanidad.

Yo creo que o se gira o no se gira y la cuestión quedaría mejor determinada, ya que G., el gran arquitecto, se empeña en no anunciar el número de la salida, determinando los grados. En previsión de que algún día incorporen esta funcionalidad llevo también un transportador y, ya puestos, además del tiralíneas, una escuadra y un compás por alinearme con google y darle un aire masónico, quiero decir masoquista a la conducción.

Y hablando de incorporar, lo que le gusta esta palabra a G. que parece vivir en un continuo transfuguismo: ahora incorpórate a la izquierda, luego incorpórate (ligeramente, claro) a la derecha. ¡Eso sí por el centro no te envía nunca!

Al final la cosa no fue a mayores porque con la llegada del guardia quien más quien menos se sintió culpable de un desfalco y salió huyendo.

No era tampoco hora para que le revisaran a la gente el maletero ni creo que al guardia le apeteciera ahora encontrar la típica testa seccionada en una bolsa de basura y tener que hacer los precestivos tests y levantar un atestado. Que a ver a que juez llamas ahora que los han cambiado a todos en el supremo.

Yo, desde luego, tenía la conciencia tranquila, no había llevado a mi coche a luchar contra esos elementos procaces y desamaldos que se crecen tanto con la cuestión circulatoria que terminarán infartados o por el coche o por el furbo.

En esto que la máquina volvió a insistir en que mi destino ¿o era el del país? estaba a la derecha, pero claro yo no sabía si refería a mi derecha o a la suya, porque además ahora tenemos tres, la cobarde, la macarra y la conspiranoica.

Con lo fácil qué era preguntar antes, cuando la gente te decía a la derecha moviendo el brazo hacia la izquierda (¿pero la suya o la mía?) y en el primer cruce te equivocabas y entrabas borgianamente en un mundo más antiguo y más pleno.

¿Pero qué esto que escucho de repente como un mantra terco y repetitivo?:

Ha llegado a su destino, ha llegado a su destino ha llegado a su.. 

Pues eso que aquí se acaba la columna, saludos de Chat GPT.


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