miércoles, 10 de julio de 2024

Todo queda en casa

 

En efecto: todo quedó en casa.
Y lo peor el "munro" de hormigón que se alzó frente a la víctima.
Aun habrá quien lo pueda comprender, porque nada de lo humano nos es ajeno, pero con qué arbitrariedad extendemos esa comprensión y como solo a aquello que nos es afín.
Me acuerdo, claro, de otra Madre a quien se ha acusado con razón de obrar así por muchos años y que intenta, ahora, hacer lo que no hizo Alicia, cruzar el espejo, tirar el "munro" de oprobio y de vergüenza.
Aunque es tarde nunca es en vano reconocer el daño infringido y restañar las heridas.
El victimario, no conviene olvidarlo, fue el marido a quien ella decidió amparar, -¿es legítimo pensar que ella fue víctima a su vez?
Como fueron victimarios -individualmente- todos aquellos ministros, traidores Dios- a los que más les hubiera valido atarse una piedra al cuello y echarse al mar... Si la jerarquía miró a otro lado ("Todo queda en casa") y nos indigna, no puede dejar de indignar lo que Alice no quiso ¿o no pudo? evitar.
Escribir sobre esto, después de todo, es horrible, pero alguien lo tiene que hacer. ¿No exige el gobierno un sistema de reparación objetivo, efectivo y en el que las víctimas tengan voz?
Pues hay que darle voz a la hija de Alice, a quien arruinaron la vida dos veces, por el abuso y por el silencio con el que se compra un Premio Nobel.
Dice Alice Munro en "Amistad de Juventud":
"Los malvados medran. Pero está bien. Está bien, los elegidos están ocultos bajo la paciencia y la humildad e iluminados por una certeza que los acontecimientos no pueden perturbar”.
Y tiene razón, juzguemos a los escritores por su escritura y a las personas por sus obras.
Por sus obras los conoceréis.



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