sábado, 16 de agosto de 2008

Filosofía de papel mojado

Recuerdo los ojos azules de Astrid, su sonrisa de
fresa silvestre cuando nos demorábamos en los
pabellones del jardín el último verano en Friburgo.
Yo anotaba frivolidades sin cuento en las páginas
de su diario, junto a las máximas de los filósofos
que ella había copiado con su letra redonda y menuda.
Luego ella las iba recortando y las arrojaba al agua
de una fuente, y se alejaban, como barquitos de papel
a la deriva:

HERÁCLITO
“Nadie se baña dos veces en el agua de un mismo río”.
Pero las ideas fijas patinan una y otra vez en el lecho de los ríos congelados.

DESCARTES
“Pienso, luego existo”, masticaba el rumiante.

MARX
“La religión es el opio del pueblo” y el comunismo el
opio de las clases medias. ¿Y las élites? Las élites trafican.

NIETZSCHE
“Lo que no me mata me hace más fuerte”, decía
Superman aferrado a la kriptonita y Sansón acariciando
las tijeras de Dalila.

EINSTEIN
“Dios no juega a los dados”, pero baraja las cartas y
hace rodar la ruleta del universo.

SAN AGUSTÍN
“Ama y haz lo que quieras”: antorcha en mano el
ecologista pirómano expresaba su amor irrefrenable
por los bosques.

HOBBES
“El hombres es un lobo para el hombre", aullaba el
licántropo...Y para la mujer, se lamentaba una
Caperucita feminista.

WITTGENSTEIN
“De lo que no se puede hablar, hay que callar”.
-No me sean cotillas-, conminaba, displicente,
la hermana superiora.


SÓCRATES
“Conócete a ti mismo”, ¡Y no aceptes caramelos
de desconocidos!

HEGEL
“Nada es, todo deviene”, viene de todo, pero nada de nada.


Aunque no volveré a ver a Astrid la dulce, la fruta
roja de la Selva Negra, que copiaba aforismos junto
a un río.

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