lunes, 18 de agosto de 2008

Valores Olímpicos

Para que el ajedrez fuera incluido en la lista de
los deportes olímpicos de exhibición la FIDE
instituyó hace unos años el control antidopaje en
sus campeonatos. La medida suscitó la respuesta
airada y razonable de los Grandes Maestros
pues valía tanto como suponer que existen
sustancias con la facultad de mejorar el
rendimiento de la inteligencia. Las experiencias
psicotrópicas pueden haber estado en el origen
de alguna literatura alucinada (de Quincy, Poe,
Ginsberg), pero una conciencia alterada es
incapaz de producir una obra de creación
verdadera, como lo es, por cierto, una partida de
ajedrez. Resulta magnífico este menosprecio
de los ajedrecistas por los refuerzos químicos,
nunca he entendido la excesiva importancia
que se otorga a estos fraudes en los medios
de comunicación que, de alguna manera,
incrementan su prestigio. De acuerdo,
nos vienen a decir, los atajos para ser el más
rápido están clausurados en las pistas deportivas,
pero en otros ámbitos, personales o laborales,
se puede vender el alma al diablo con garantías
de éxito. Y puede que sea así, pero ¿qué es el éxito?
Aquí es donde el deporte profesional (y no sólo
el deporte, claro) no acierta a dar una respuesta
satisfactoria. La sobrevaloración de las
capacidades físicas más allá del desarrollo
armonioso del cuerpo y del valor que, en sí mismo,
tienen el esfuerzo y el espíritu de sacrificio,
son uno de los errores de la actual cultura de masas.
Por eso admiro tanto a los atletas de las
disciplinas con menor rentabilidad económica
o política. Nunca serán ídolos de barro. ¡Oh Deporte,
tú eres el Honor! Los títulos que confieres sólo
tienen valor si se adquieren con absoluta lealtad
y perfecto desinterés. Escribía el Barón de
Coubertin en la “Oda al Deporte”, presentada
anónimamente al certamen literario de los JJOO
de Estocolmo en 1.912. Porque en el origen del
olimpismo moderno también estaba la exaltación
de los valores espirituales. Y por eso en los primeros
juegos se organizaban festivales artísticos
paralelos que han degenerado en la glorificación
de las arquitecturas arrebatadas y de las
ceremonias de inauguración y clausura. Hay que
recuperar los valores olímpicos, cuerpo y mente,
para que nuestro mundo no sea tan sólo, más rápido,
más alto y más fuerte, sino más puro, más noble
y más bello.

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