martes, 12 de agosto de 2008

Zaguanes

Para conocer una ciudad hay que asomarse
a sus zaguanes. Las fachadas de las casas,
luminosas o descascarilladas, son el traje de
domingo o el paño gastado de los días,
las máscaras de la calle que nos dan la imagen
superficial de las postales. Los zaguanes, en
cambio, son el mirador de la vida interior,
la atalaya humilde de la realidad. Los zaguanes
tienen algo de teatrillo cuya contemplación,
apenas entrevista y siempre velada por la luz
de los patios interiores, invita a la ensoñación.
Una ensoñación casi siempre triste en la que se
puede escuchar la voz remota de quienes
fueron dejando día a día su alegría y su pena en
los umbrales, junto a los mismos olores, junto
a los mismos ruidos o silencios de vecindad.
Zaguanes desportillados de los pueblos del mar
que parecéis barcas rotas donde la lluvia, que
nunca veremos, será infinitamente melancólica
en otoño; zaguanes encalados del mediodía que
adornáis de claveles y geranios vuestra blanca
tragedia; zaguanes de mansiones europeas,
oscuros como grutas, bajo la sombra frondosa
de árboles legendarios; zaguanes salitrosos de
Venecia, puertas del laberinto... cada vez que
me asomo a vosotros, me devolvéis el falso
recuerdo de una existencia alternativa: sólo
unos pasos más y estaríamos en casa.

2 comentarios:

alelo dijo...

¡Ya era hora de que escribieras algo en serio! Porque lo de los toros es sólo festivo y los otros dos artefactos cibernéticos que posees en formato web son para gente inteligente, como yo.

Además, estando en el Sur está bien que homenajees a Zan Juan, como dicen por aquí.

Un abrazo.

alelo dijo...

Otia! Tienes que aprobar los comentarios como aquellos censores de antaño.

Pues que sepas que mis comentarios siempre son sobresalientes, como en los toros. Y sin suplir, que no sé lo que es, a nadie.

 
/* Use this with templates/template-twocol.html */