domingo, 21 de febrero de 2010

Cuaresma (día 4)

-Un cuarenta y dos, negros, con la suela de goma.
El chino desaparece en la trastienda. Llueve. Estoy solo en el bazar, con los zapatos rotos y los calcetines empapados. He pisado todos los charcos de la ciudad. Agua fría y sucia, inmunda como la inteligencia. Y alrededor la vida vale un euro: figuritas de plástico, juguetes tristes, productos de limpieza, centelleantes luces de color. Vestido con la seda amarilla y bordada de las celebraciones, del almacén regresa el Emperador de la China. En las manos trae la caja de cartón y una bacinilla de cloisonné. Se arrodilla ante mí, me seca los pies y me cambia los zapatos. Cuando salgo de la tienda llueve todavía.

Y no va a parar nunca.

3 comentarios:

L.C. dijo...

Más lluvia para los días del gozo no, por favor.
Y hablando de chinos, se echan de menos las sillitas.
(Es cierto, el lavatorio no figura en ninguno de los misterios...).

José María JURADO dijo...

Pues a qué esperamos, otra cofradía más para el Sábado Santo, que parece ya la Puerta del Sol.

José Miguel Ridao dijo...

Parará el sábado de Pasión, José María. Esta serie tiene miga y mérito. Los chinos, unos monstruos.

Un abrazo.

 
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